Historias de Camargo Rain

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Historias de Camargo Rain

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Historia del mundo (3)

06 martes Abr 2021

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edad media, evolución humana, fenicios, libros gratis, novela de romanos, novela prehistórica, novelas de aventuras, paisajes españoles, segunda cruzada, sumerios

Esta es una entrada hablando de un libro en el que, en efecto, se cuentan partes de la HISTORIA DEL MUNDO.

Es larga la historia de la evolución de la materia que contiene este universo nuestro, pero la de los seres humanos y sus antecesores, los mamíferos, los primates, no lo es tanto. Miles de millones de años contemplaron el acontecer de los sucesos primitivos, hasta que los cambios se aceleraron con el advenimicnto de la reproducción sexual, cuando fragmentos de código genético fueron capaces de insertarse de manera amigable entre sus hermanos…, y llegados a este punto, podemos comenzar en un lugar cualquiera.

No fueron las flores las iniciadoras de tan tremendo proceso, pero para nuestros empeños pueden servir, y como tal, decimos: imaginemos una flor pensando junto a una cascada…

Luego, tras el cuento de la flor, dice,

Transcurren millones de años y la evolución continúa su curso. De los primeros seres vivos, bacterias, algas, coloreadas flores, luciérnagas…, evolucionaron animales superiores, como los célebres dinosaurios, que por diversos motivos quedaron atrás y desaparecieron por completo. Su lugar sobre la superficie terrestre lo ocupó una nueva clase, a la que llamamos mamíferos.

Los omómidos, mamíferos del orden de los primates, fueron los antepasados de las personas hace alrededor de cincuenta millones de años. Tenían tamaños que oscilaban entre los de una rata y un gato, y poblaron en ingentes multitudes los bosques terciarios del Eoceno.

Después continúa de diversas maneras, y ahora vienen los comentarios que aluden al caso.

Este no es un libro normal, ni muchísimo menos, y para que no quede sombra de duda sobre ello, he aquí el ÍNDICE.

EL AIRE Y EL AGUA

EL DESEO

LAS FORMAS Y LOS COLORES

EL FUEGO

EL LENGUAJE

LA AGRICULTURA

LA SUBIDA A LA MONTAÑA

EL COMERCIO

EL ENSUEÑO

EL CAMINO HACIA PONIENTE

LAS CASTAS ESTABLECIDAS

EL NUEVO MUNDO

MÚSICA PARA VIAJAR

UNA HISTORIA DE AMOR INTERPLANETARIO

YO SOY LA NAVE

Por sus páginas desfilan prehistóricos en apuros, nómadas cazadores de bisontes, guerreros victoriosos tras una batalla, fenicios que se dirigen al fin del mundo, romanos de charla en la quinta ―mientras que desde el vecino coliseo llegan los gritos que subrayan los golpes fallados por los gladiadores…

Parece mucho pero hay más, mucho más, pues ¿qué decir, por ejemplo, del recién ordenado diácono que gracias a sus artes (las del verdugo) se convirtió  en asesor de los reyes que se dirigían a la Segunda Cruzada?

Esto también tiene su miga, como lo que le sigue y antecede, pues aquí, como en el curso de la vida, no se pierde uno en divagaciones, sino que los acontecimientos se atropellan unos a otros, y ay de quien coja desprevenido el correr de los tiempos.

Quizá alguien desconfíe de afirmación tan rotunda, y para disipar sus dudas nada mejor que adjuntar un fragmento del escrito, aquel en que los piratas de las gafas de sol vuelven al principio del cuento. Dice así:

LOS PIRATAS DE LAS GAFAS DE SOL

Los piratas de las gafas de sol son mayores, deben de tener alrededor de cincuenta años, pero la chavala, la chavala rubia que casi siempre les acompaña ―aunque a veces acompañe al correcaminos―, no; ella sigue joven. La chavala, como es marciana, o medio marciana, es azafata ―pero es que es guapísima, como su madre―, y como además es mutante, no tiene miedo de que se caiga el avión porque sabe volar. Si el avión se cae ella busca una escotilla y la rompe con el puño de hierro, y de ahí en adelante todo es coser y cantar. Los pasajeros se estremecen ante la súbita bajada de presión y algunos vomitan, pero esto da igual porque de todas formas van a morir en seguida y nadie va a mirar al vecino y decirle, oiga, ¿qué hace?, más educación, por favor, que me ha puesto perdido; están todos muy ocupados con su agonía. Luego, cuando el avión se ha estrellado y ya nadie habla, ni siquiera piensa, ella planea hasta los restos y espera a que llegue el grupo de rescate, y cuando llegan, que está subida sobre los restos del fuselaje, les dice, soy la única que se ha salvado, ¿se lo quieren creer ustedes?, ¡soy la única que se ha salvado!, y entonces los de la misión de rescate avisan a la policía. La policía tarda en llegar porque ellos no tienen helicópteros, o por lo menos no tienen tantos como los de los grupos de rescate, y cuando llegan no saben qué decir y ponen cara seria, como de no saber qué está pasando allí. Pero, señorita, ¿me dice usted que…?, y Hannah…!, o sea, María de los huevos, vestida de azafata cósmica contesta, sí, aunque le parezca raro, que a mí también me lo parece, no se crea, pero el caso fue que mientras el avión caía yo me sentía flotar, me sentía como si estuviera dentro de un avión en caída libre, nada se acercaba a mí, quiero decir, ningún objeto material, sino que todo flotaba por allí cerca, se movía muy despacio, no había peligro de colisión, y luego, al final, cuando ya se adivinaba lo que iba a suceder, comenzó a percibirse un fenómeno extraordinario, o por lo menos yo nunca había visto una cosa tal. Era como una burbuja que me iba envolviendo, una burbuja de jabón, aunque debía de ser antimateria, y cuando llegamos al suelo, o sea, cuando se oyó una explosión horrísona y todo se incendió debido a los vapores de la gasolina, la burbuja me protegió como el escudo de Luc Skywalker y me encontré a salvo, ¿no se lo cree?, pues aquí me tiene, y la respiración artificial no se la he hecho a ninguno porque ya ve usted cómo está la cosa; entonces salí por mis propios medios, aunque la burbuja no me abandonaba, qué va, allí estaba, a mi alrededor, y me instalé encima de los restos del aparato para ver cuanto antes cuándo llegaba el equipo de rescate, y entonces sí empezó a disolverse, cuando me vio a salvo, y al cabo de un rato se había ido del todo, y ahora…, voilà!, aquí me tienen.

Los policías pensaron que estaba loca pero no se atrevieron a llamar a los loqueros, y en vez de eso me llevaron a un hospital en donde hubo una escena chunga cuando quisieron que me desvistiera, porque Hannah…! no se desviste nunca, no, que se habla mucho de ello pero nunca lo hace, y ya digo, entré y lo primero que me dijeron fue que me quitara la ropa, y Hannah…! se moría de risa, sí, anda, que me quite la ropa, que me desvista, eso es lo que quieres tú, el que está disfrazado de médico, o de enfermero, yo qué sé, ¡tú estás mal!, ¿y no quieres que saque la lengua?, ¡si sólo me he caído del avión!, ¿para qué quieres que me quite la ropa si lo único que sucedió fue que se cayó el avión y a mí no me sucedió nada?, ¿qué culpa tengo yo?, o no, mejor, ¿cuál es la causa que precede al efecto?, ¿lo sabe usted, eminente doctor?, oiga, yo me voy que aquí hace mucho calor, y entonces entró una chica vestida de blanco y le dije, este señor quiere que me quite la ropa y lo único que ha sucedido es que soy la única superviviente de un trágico accidente de aviación como los que suceden a veces, ¿usted cree que tengo que quitarme la ropa?, ¿a que no?, mejor que no, porque como llegue a sus ojos la luz que ilumina las tinieblas es probable que quieran meterme en la cárcel; bueno, eso no se lo dije porque para qué, no lo iban a entender y ya estaba la cosa suficientemente liada, aunque no creo que lo hubieran conseguido porque seguro que nunca han intentado meter en la cárcel a alguien que tenga brazo elástico, y mucho menos puño de hierro.

―Sí, eso fue así ―dije yo―, y al final la dejaron irse a su casa, claro, porque con Hannah…! no hay quien pueda ―y los piratas de las gafas de sol dijeron,

―No, hizo bien ―y yo seguí.

―Y de todo esto no nos hemos enterado por los periódicos, nunca se ha dicho, ni de muchas otras cosas por el estilo que llevan sucediendo durante los últimos años, porque semejantes noticias no aparecen nunca en los telediarios, en donde están muy ocupados fabricando las suyas propias. Ahora es lo de la duodécima crisis nuclear y dentro de poco será otra diferente, otra paranoia colectiva, de las que yo, a mi avanzada edad, ya he asistido a varias.

―Nosotros también ―dijeron los piratas de las gafas de sol, que habían llegado en sus motos―, pero eso ahora no importa, es lo de menos, que lo importante es que Hannah…! sigue bien después de tantos años. Ya nos lo imaginábamos nosotros porque se le veía cara de lista. Oye, ¿tenéis cerveza?, que aquí también hace calor… Si no, podemos llegarnos hasta el bar. […]

Este libro, que a simple vista puede parecer una locura, aunque no lo es tanto, se puede ver AQUÍ.

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Y para los pobres, AQUÍ hay libros GRATIS.

Y AQUÍ paisajes raros.

La novela histórica (6): siglos XVIII al XX

24 sábado Mar 2018

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Los asuntos que se encuadran en los siglos XVIII, XIX y XX son también a propósito para este asunto de las novelas históricas, aunque quizá menos interesantes para el lector dada su relativa cercanía. Sin embargo, esta vez no voy a hacer una lista de ellas, que cada cual puede buscar en internet, sino algo mucho mejor. Voy a hablar de un libro (en realidad cuatro, lo que se conoce como tetralogía) que escribí hace años y, sin duda, publicaré próximamente.

Narraciones históricas de Camargo Rain

Digo esto porque el libro completo se desarrolla durante esa época. Comienza en Ciudad Rodrigo (provincia de Salamanca) en 1680, a fines del siglo XVII, y finaliza en una isla caribeña cuando se inicia el siglo XXI, es decir, 320 años después. ¿Y por qué? Muy sencillo: porque esos fueron los años que vivió el protagonista, niño diablo, hijo del cometa y lobo solitario.

Que nadie piense que este es un libro de magia, o de magos, porque pretende ser un relato tremendamente realista y narrar lo que durante aquellos siglos aconteció a nuestro héroe, a quien bautizaron como Juan Evangelista y personaje que, como es lógico, vivió un montón de vidas. ¿Qué sucede cuando a tu alrededor todo el mundo envejece y tú pareces mantenerte incólume pese al inevitable transcurrir del tiempo?

Él se encontró obligado a huir de continuo de quienes quería, mujeres, hijos, incluso nietos…, y unas veces escondiéndose de sus semejantes y otras apoyado por ellos, como le sucedió con miss Gold, una de sus mujeres, médica inglesa que le dirigió a la construcción de los ferrocarriles del mundo (lo que sucedió durante los años que mediaron el siglo XIX).

Esta novela, que escribí de cabo a rabo durante seis años, tiene 1200 páginas, y claro es, cuando la acabé (o bastante antes) la dividí en cuatro libros, a saber:

Edad de las tinieblas, es decir los tiempos de la infancia (y aprovecho para decir que este libro se puede descargar libremente AQUÍ).

Siglo de las luces, el XVIII.

Era de las máquinas, el XIX, y

Perpétuum móbile, el XX.

Juan Evangelista recorrió el planeta entero, dio varias veces la vuelta al mundo y raro fue el lugar que no visitó. La declinante España de los Austrias, la América colonial, la revolución francesa, la española guerra de la independencia, el nacimiento y desarrollo de la revolución industrial, el océano Pacífico, la alborotada Europa de la primera mitad del siglo XX…, son algunos de sus escenarios…

Pero no es esto todo, ni muchísimo menos, pues ¿se hacen ustedes una idea de la cantidad que sucesos que pueden formar una vida de más de tres siglos? No, no se lo imaginan, pero para que puedan leerlo, próximamente la sacaré a la luz. De momento, aquí pongo un trozo. Se trata de algo que él mismo dice al principio del cuarto libro (Perpétuum móbile) con motivo de una conversación que mantiene con alguien. Como es una especie de resumen de su vida, me ha parecido adecuado para poner aquí.

[…]

Aquel fauno, personaje mitológico al que bien podría representar, pues la afición a los disfraces, las bromas y los equívocos era el más acusado rasgo de su carácter, organizaba ocasionalmente reuniones, a las que acudían personalidades de nuestra sociedad, en especial señoras, para invocar a los difuntos, a famosos que yacían exánimes decenios ha y a cuantos héroes antiguos podían recordar quienes asistían. En una ocasión me invitó a una de ellas y me pidió que llegara con antelación, pues deseaba mostrarme algo. ¿Qué era aquello? Pues al punto lo van a averiguar.

El notario de Liébana era aficionado a la cocaína, distracción de ricos y eruditos de aquellos tiempos, y la tarde que digo, en seguida que llegué, tras despedir a los criados y recomendarles que se mantuvieran atentos ante la llegada de los invitados, exhumó los adminículos que para tales cuestiones se precisan y se administró una dosis, y conmigo hizo lo propio. Fue una inyección subcutánea, pues la sustancia se aplica bajo la piel de la mano, y de allí en adelante, pese a que su efecto no fuera por entero de mi agrado –pues de sobra me juzgaba despierto–, me encontré inmerso en un mundo que me recordó a lo que había sucedido (tantos años atrás, pero no diré la fecha, pues demasiadas cifras se han mentado en estos libros) cuando Matatías, el principal de los mayordomos de la marquesa de los ojos violetas, en el curso de uno de los viajes que entonces hacíamos me llevó a conocer lo que se servía a la clientela en los incipientes cafés de la plaza mayor de Valladolid, l’eau heröique. Yo era poco más que un niño, y cuando volví y me crucé con Marifló, mi amada a la sazón, en un pasillo oscuro de la posada que nos albergaba…

Mientras me duró el efecto de aquella droga me comporté de la manera más precipitada, como antaño, y allí, sentados en los sillones de mimbre que amueblaban su mirador, no me importó disparatar sin tino, y llevado por la vorágine que al cerebro procura la absorción de semejante extracto, encontrándome tan acorde con la placidez del momento y lo que me rodeaba, comencé una perorata que me iba a llevar lejos, muy lejos…

–Puesto que se empeña en experimentar conmigo, mientras llegan los convidados le corresponderé con una historia. Es una historia extraña, pero no importa, pues supongo que usted, tan aficionado a lo irregular, la apreciará.

Hice una pausa y dije,

–Yo viajé en el convoy de Indias, sí, y en tiempos muy remotos visité los harenes de los heresiarcas musulmanes que enviaban esclavos a América desde el golfo de Guinea. Allí tuve amores con la negra Esmeralda, muchacha de pocos años de la que llegué a enamorarme, aunque ella prefería a los eunucos… Sin embargo, no se lo reprocho, pues mi fogosidad era propia de la incontenible juventud, y ya sabe usted lo que sucede en tales casos.

El notario me miraba divertido, y yo continué.

–En tierras cercanas al Matto Grosso, por el precio de un inigualable rubí compré una niña que no me quería, y cuando me llegó la edad de la cordura, en vez de enamorarme de mi mujer, como hubiera sido de rigor, lo hice de mi cuñada, Inés, la experta violinista que me instruyó en las virtudes y beneficios de las olas del mar. Luego huí de ellas en pos de la revolución, porque nada es para siempre, y encontré a Isabelle, campesina en París y anónima mártir del progreso. Más tarde a mi mujer inglesa, la divina Alessandra, que me dio dos hijas rubias y con los ojos tan azules que parecían violetas… Sí, eran muy parecidas a mi señora la marquesa, la marquesa de los ojos violetas, a quien en buena hora conocí en su mansión dieciochesca de la plaza fuerte de Ciudad Rodrigo, que usted sabrá dónde está… También podría hablar de Dolores, india pueblo con sangre de extremeño en sus venas, y de Doloritas, que me enseñó a tejer cestos; de la farera del fin del mundo, que llegó cargando con un piano desde su ciudad barroca del imperio austrohúngaro, o de mis amigas oceánicas, Alción y Merope, componentes de las celestes Pléyades, como todos sabemos…, y hasta del aya, que dio su vida por mí, aunque eso sea remontarse a la prehistoria.

Luego, bajo el sol de la tarde, me quedé pensando.

–¿Por qué me habré acordado de las mujeres…?, porque mi vida no se circunscribe a ellas, sino que se extiende por la superficie entera de los continentes, todos los cuales visité…, y lo que he nombrado tampoco es lo más antiguo de lo que podría hablar, pues a mi cabeza vienen las luces de las mil velas que iluminaron las calles por la que discurrió el cortejo que me llevó a la catedral a sacramentar…, hace muchísimo tiempo de eso, y el sistema métrico decimal, que me tocó transportar a tierras de seres atrasados, y la jara de la sierra de la Peña de Francia, cuya resina sirve para fabricar los perfumes ambarinos que mi madre quemaba en las estufas de nuestra casa de la vega del Águeda. ¡Y el niño salvaje también, Silvestre, y el prior del convento de Úbeda!, personajes importantes en mi vida…, y Mendoza, que me llevó a conocer al mensajero de los Dioses y me enseñó a encender fuego con hielo… Podría hablar de tantas cosas que le aburriría, pero no es esta mi intención, así que sólo le mencionaré el final, como fue mi estancia en el océano Índico en persecución de las mil y mil especies de aves que en este planeta existen, la explosión del Krakatoa, la larga y fructífera época de robinsón y el milagroso salvamento por un barco inglés que contra todo pronóstico me ha devuelto a Europa…

Hice una larga pausa, y al final añadí,

–Qué…, ¿qué me dice usted de esto? Algún día escribiré esta historia, pero no sé cuándo llegará el momento –y el notario, suspenso ante la retahíla, soltó la carcajada y se quedó mirándome de hito en hito.

–¿Sabe que es usted un enorme fabulista…? No conocía esa faceta de su carácter, pero podría ganarse la vida con ello, pues lo cuenta como si lo hubiera vivido –e hizo girar en el aire la contera de su bastón, que nunca abandonaba, y luego, tras una comedida pausa, me miró serio y dijo–. Pero ahora, compórtese, que me parece escuchar la llegada de los invitados.

… como así en efecto sucedió, viéndonos de inmediato rodeados de señoras lujosamente vestidas […]


¿Qué me dicen tras esta retahíla? ¿Sé o no sé fabular? Hasta el notario se quedó turulato, con lo que él era…, pero en fin, aquí queda la cosa hasta que a estos libros les toque el turno, y pondré una vez más los enlaces a los que ya están disponibles. Si alguien quiere leer algo más no tiene más que consultar los posts anteriores, en donde se dicen muchas cosas.

También: el texto de El notario de Liébana (primer capítulo de Perpétuum móbile, cuarto libro de las andanzas por este planeta de Juan Evangelista), de donde está sacado lo anterior, se puede descargar libremente AQUÍ.


Ojos azules en versión Kindle =

https://www.amazon.es/dp/B072N822Q9

Ojos azules en papel =

https://www.amazon.es/Ojos-azules-Camargo-Rain/dp/1547093064

Blog en el que se habla de Ojos azules:

https://ojosazulesnovelahistorica.blogspot.com.es/

 

Dios conmigo en versión Kindle =

https://www.amazon.es/dp/B018XOY7NU

Dios conmigo en papel =

https://www.createspace.com/5980506

Blog en el que se habla de Dios conmigo:

https://diosconmigosite.wordpress.com/


En entregas posteriores (en este y otros blogs) seguiré hablando de estos asuntos (la novela histórica), y mientras tanto podéis mirar aquí:

https://www.amazon.es/Camargo-Rain/e/B019RODFL0

La novela histórica (5): siglos XVI y XVII

09 viernes Mar 2018

Posted by camargorain in fotografía

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Los siglos de oro españoles

Esta es la época de los grandes descubrimientos, comenzando por el de América, y el hallazgo de nuevos imperios, como el azteca o el inca, o de extensas tierras que antes no se conocían sino de oídas, como China, Japón o el Pacífico en conjunto, terreno propicio para que sobre él se lancen mentes dispuestas a fantasear con lo habido y por haber.

Como es lógico, hay muchos libros de novela histórica que tratan sobre estos tiempos. La conquista y colonización de América, y las múltiples aventuras que en semejante escenario tuvieron lugar, ha inspirado a gran cantidad de autores, y no digamos la turbulenta vida en Europa durante aquellos años. Aquí debajo pongo una lista de novelas más o menos históricas (algunas, pese a su barniz histórico, son más bien de aventuras) ambientadas durante los siglos XVI y XVII. El año que se cita es el de la primera edición.

La Princesse de Clèves (Mme. de La Fayette, 1678)

Diario del año de la peste (Daniel Defoe, 1722)

Los novios (Alessandro Manzoni, 1842)

Taras Bulba (Nicolás Gogol, 1842)

Los tres mosqueteros (Alejandro Dumas, 1844)

La letra escarlata (N. Hawthorne, 1851)

Príncipe y mendigo (Mark Twain, 1881)

El capitán Blood (Rafael Sabatini, 1922)

El caballero de la Virgen (Blasco Ibáñez, 1929)

El dios de la lluvia llora sobre México (Laszlo Passuth, 1939)

El Enano (Pär Lagerkvist, 1944)

Esa Dama (Kate O’Brien, 1946)

De noche, bajo el puente de piedra (Leo Perutz, 1958)

La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (Ramón J. Sender, 1964)

Opus nigrum (Marguerite Yourcenar, 1968)

El samurái (Shüsaku Endö, 1980)

Tenochtitlan: la última batalla de los aztecas (José León Sánchez, 1984)

León el africano (Amin Maalouf, 1986)

La gesta del marrano (Marcos Aguinis, 1991)

La isla del día anterior (Umberto Eco, 1994)

El galeote de Argel (Bartolomé Bennassar, 1995)

Me llamo Rojo (Orhan Pamuk, 1998)

Rojo amanecer en Lepanto (Luis Zueco, 2011)


Narraciones históricas de Camargo Rain

Camargo Rain también ha escrito sobre aquellos tiempos, en especial un libro, El viaje del morisco, parte del cual sucede durante la frontera de estos siglos, 1600 y 1601.

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Pero, además, hay otros episodios históricos que se refieren a este período. En Ojos azules está Cortejo en la selva, narración del paso del istmo de Panamá por una tropa de piratas en Tierra Firme, que era como se conocía entonces aquella parte, y en Chica encuentra chico (se publicará próximamente), el capítulo llamado La llanura, crónica al modo de la de Vázquez de Coronado, cuando a mediados del XVI emprendieron viaje desde tierras mejicanas hacia el norte en busca de las siete ciudades de Cíbola, que presumían de oro. Este episodio está narrado por una negra antillana que va en la expedición como esclava y se llama Melisa. La aventura acaba como el rosario de la aurora, pero eso ya lo contaré otro día. Lo que hago hoy es colocar aquí un trozo de El viaje del morisco, que cruzó de sur a norte la península ibérica abriendo nuevas vías de comunicación para el establecimiento de oficinas de correos por encargo de una familia de judíos que tenían un nombre muy curioso: los Taxis. Este fragmento, que sucede durante la primavera de 1601, comienza así:

LA VÍA DELAPIDATA

Aquí comienza el viaje del morisco llamado Juan Rui, que se aventura por esos mundos que tan poco conoce,

los conocí de joven, cuando mi padre me llevó a visitar países lejanos, el reino de Galicia, las Asturias, esa costa norte barrida por los vientos y en donde he pensado iniciar una nueva andadura. Lo del pescado es un pretexto al lado de mis verdaderos propósitos. La madre de mi novia estaba en lo cierto cuando llorosamente me llamó pederasta, ladrón de almas, polígamo…, pero quién puede resistir a las pasiones cuando tiene cuarenta años… Además, su madre es una esclava, no tiene ningún poder sobre mí y poco me importan sus denuestos…, aunque resulten más que justificados.

Cada día que transcurre el pescado pierde parte de su valor, envejece, la mercancía mengua si pasa semanas sin cuento en una bodega o el fondo de un barril y es preciso alcanzar el destino cuanto antes, y como nuestro convoy es pesado, y pesada la carga que transporta, he dispuesto la formación de la siguiente columna: al frente marchará uno de los carros más ligeros con varios de a caballo. Ellos nos precederán en una jornada y nos irán dando aviso sobre el estado del camino y los posibles entorpecimientos. Detrás de ellos circularán varios de los carretones, asimismo guardados por gente de armas, y al fin, a media jornada de distancia de los anteriores, el segundo grupo de galeras, el más grande, con el grueso de la tropa. Ni que decir tiene que deberemos comunicarnos continuamente, pero para eso he prevenido varios jinetes, chicos jóvenes que están deseando hacer méritos y sin cesar se desplazarán de un grupo a otro. Quizá, si prospera el asunto de los Taxis, encuentren acomodo en la nueva sociedad, pues necesitaremos caballeros experimentados y leales.

Los carros grandes, galeras de seis ruedas y caja ovalada, son arrastrados por tiros de doce o quince mulas, y como de ellos tenemos más de una docena, inquieto me cuestiono en dónde encontraremos, durante tan largo viaje, alimento para las bestias. Para algunos días cargamos con grano y otras raciones a que los animales están acostumbrados, pero me pregunto qué sucederá cuando estas se terminen. Los arrieros, sin embargo, están habituados a los días de camino y no dan importancia a mis palabras, Dios proveerá, maese Juan, me dicen, y se ríen entre ellos, lo que no deja de tranquilizarme. A ello hay que sumar otros carros más pequeños…, y las mujeres.

Ellas son parte importante de la expedición, pues ¿quién se encargaría, si no, de la intendencia y otras labores de las que los hombres no quieren ni oír hablar? Alguien debe cocinar para tan numerosa tropa, y llevar a cabo las cotidianas tareas que nimias parecen si no se piensa en ellas con la debida hondura. ¿Quién lavará durante los atardeceres en los arroyos, o quién acopiará la necesaria leña, y quién guardará el mayor tesoro que en esta nutrida comitiva se encuentra…? Varias de estas mujeres son las novias de algunos de los que forman parte de la expedición, de quienes no van a separarse y en ella han reclamado con vehemencia su puesto, y algunas son jóvenes o están a punto de dejar de serlo, chicas que aspiran a mejorar su vida al lado de quienes desean, pero la mayoría son mayores, personas de edad y raciocinio que cargan con la mayor parte de los trabajos, y entre ellas va la niña, a la que llevan medio a escondidas, dado que en el convoy viajan muchos hombres. Para prevenir conflictos les he dicho que la vistan de la peor manera, andrajosa y sucia, y así hurtarla de las capciosas miradas de quienes nos acompañan.

De Cádiz hemos partido con un verdadero ejército, criados de Bartolomé y don Joaquín de los que pocos me gustaron, imagino que a ellos tampoco les gustaban y por eso los enrolaron en la partida, pero como los míos son mayoría, en ningún momento he dudado sobre el éxito de la empresa. Es mucha y muy preciosa nuestra carga, y no debe confiarse al albur, así que, entre otras disposiciones, he decretado que todos deben disfrazarse de castellanos, nadie debe vestir a la morisca, ya sé que es preferible esa ropa cuando hace calor, pero nuestra suerte es comprometida y no quiero sorpresas, pongamos los medios para llevarla a buen puerto, y cuando os licencie podréis vestiros como os plazca, que nadie os lo va a impedir.

Algunos me contemplaron con torcidos ademanes, pero como lo más importante es cobrar los haberes, nadie pronunció una palabra.

Hemos sorteado la ciudad de Sevilla pues el paso por ella no podía producirnos más que inconvenientes, urbe disoluta y plagada de ladrones y burócratas, la hemos rodeado por el sur, y durante el transcurrir por sus inmediaciones los hombres han sido tentados por el fabuloso aspecto de sus lejanas torres y la multitud de mendigos que han intentado asaltarnos describiéndonos las maravillas que entre sus muros se encierran, a lo que hemos respondido con hierros, en firme y sin ambages.

Nuestra marcha discurre ahora por las montañas que preceden a la meseta, sierra de Aracena, me señalan, y allí, Cumbres Mayores, ¿ve su señoría el blanco caserío, adornado de castillo, que sobre la loma se encuentra?, en tiempos fue capaz refugio de los torvos infieles, pero tiempo ha que sobre el más alto torreón luce el pendón de Castilla.

Este camino que a duras penas recorremos es la vía delapidata, que yo juzgo restos de una antigua calzada romana, y cuyo nombre lo da a entender. Delapidata es lo mismo que solada, pavimentada con lápidas, piedras planas, y esta que recorremos, aunque a trechos, así se presenta, lo que no es parco alivio para los carros, más si son grandes, que mejor circulan por lugares embaldosados que por infames y enlodadas sendas carreteras, de las que cubierto está nuestro país. El agrimensor que nos acompaña, Germán, que asegura haber llegado desde los países de Flandes, lo que quizá sea digno de creer pues su habla es insegura y sumamente confusa, parece entusiasmado de encontrarse en donde se encuentra, ¡el camino de la cofradía de la Mesta…!, dice con arrobo y poniendo los ojos en blanco, mil veces oí hablar de él allá en mi país…, Castilla, la lana, los caballeros que lo recorren…, caballeros españoles flacos y larguiruchos y con la austeridad pintada en el semblante, que, sépalo vuecencia, son los mejores del mundo…, y no lo digo por darle coba sino porque Europa entera así lo acepta, ¡país lejano y lleno de maravillas!, patria de quienes a despecho de las dificultades y los incontables peligros de que hablan las leyendas antiguas osaron internarse en el océano abierto para descubrir nuevas e inmensas y desconocidas tierras…, y como le veo venir en sus ponderaciones, le pregunto, y dígame, Germán, ¿qué le parece nuestra comida?, y él de nuevo bizquea y exclama lleno de encomio, ¡ah, la comida…!, ¡esos durísimos garbanzos!, las razas obstinadas están hechas de pétreos alimentos y procuraré arrimarme a ellos, no lo dude su merced, y llevarlos a mi tierra cuando regrese, ¿y las mujeres…?, ¿qué le parecen a su merced nuestras mujeres, tan diferentes seguramente a las que antes conoció?, y él se explaya de nuevo con la escudilla en la mano mientras la tropa le escucha entre embobada y divertida.

En la vía delapidata de la leyenda clásica encontramos enormes rebaños de merinos que emigran hacia el norte levantando nubes de polvo que oscurecen el cielo. El mes de abril es de enorme ajetreo en esta región, y en una polvorienta población, un enorme pueblo en la estepa por la que discurrimos, le llaman Zafra, cambiamos las peores mulas de las galeras por otras más capaces, pues algunas flaquean ya y sabemos que no llegarán muy lejos. Los mayorales hacen recuento y eligen las más jóvenes entre gritos y latigazos, y una vez rehechos los tiros reanudamos el camino tras haber dormido bajo techado durante dos noches y repuesto los cuerpos en los mesones.

Por aquí llegaremos a Cáceres y a Trujillo, importantes enclaves en los que quizá podamos colocar parte de la mercancía, lo que nos permitiría desembarazarnos de algunos carros, pues la caravana es larga y difícil de manejar. Hasta ahora no hemos sufrido problemas dignos de mención ni encontrado las partidas de bandoleros ante las que nos han prevenido en todas partes, pero creemos que ello se debe a nuestro número, pues los bandidos están acostumbrados a desvalijar pequeños grupos o viajeros solitarios, y la aparición en el camino de una veintena de enormes carros y no menos de cincuenta jinetes les obligará a sopesarlo. Quizá consideren el caudal que ante sus ojos se esfuma, pero como las partidas están enfrentadas unas con otras, o ello es fama, ni su sombra hemos percibido. […]


Aquí dejo los enlaces a los libros disponibles en el mercado, Ojos azules y Dios conmigo, por si alguien siente curiosidad:

Ojos azules en versión Kindle =

https://www.amazon.es/dp/B072N822Q9

Ojos azules en papel =

https://www.amazon.es/Ojos-azules-Camargo-Rain/dp/1547093064

Blog en el que se habla de Ojos azules: https://ojosazulesnovelahistorica.blogspot.com.es/

 

Dios conmigo en versión Kindle =

https://www.amazon.es/dp/B018XOY7NU

Dios conmigo en papel =

https://www.createspace.com/5980506

Blog en el que se habla de Dios conmigo:

https://diosconmigosite.wordpress.com/


En entregas posteriores (en este y otros blogs) seguiré hablando de estos asuntos (la novela histórica), y mientras tanto podéis mirar aquí:

https://www.amazon.es/Camargo-Rain/e/B019RODFL0

La novela histórica (3): primeras civilizaciones

07 miércoles Feb 2018

Posted by camargorain in fotografía

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amazon kindle, Camargo Rain, dios conmigo, historia de la novela histórica, novela de fenicios, novela de romanos, novela de sumerios, novelas de aventuras, ojos azules, qué es la novela histórica

Época segunda: de las primeras civilizaciones a la caída del Imperio Romano.

Esta época ha sido una de las preferidas por los escritores del género al que aludimos, sin duda porque de aquellos tiempos nos han llegado multitud de documentos. Geógrafos como Estrabón o Plinio el viejo; historiadores como Tito Livio, Suetonio o Apiano; filósofos como Platón, Séneca o Virgilio… Todos nos han hablado de su tiempo, en algunos casos con multitud de detalles de la vida cotidiana de tales entonces, y los autores modernos dedicados a glosar aquellos tiempos han encontrado la mitad del trabajo hecho, pues no sólo se han apoyado en obras que nos llegan directamente desde dos o tres mil años atrás, sino también –y esto es de justicia decirlo– en libros de historiadores modernos, como Carcopino. Esto (lo de inspirarse unos en otros), ha sucedido siempre, pues tanto Estrabón como Plinio el viejo –por poner un ejemplo–, al hablar de Iberia (o Hispania) se basaron en testimonios de personas ajenas, puesto que ellos nunca estuvieron en la península.

Libros de estas épocas hay muchísimos, y por citar unos cuantos nombraremos algunos de los más famosos, tales como Sinuhé el egipcio (Mika Waltari); Quo Vadis? (Sienkiewicz); Ben-Hur (Lewis Wallace); Yo, Claudio (Robert Graves); Memorias de Adriano (Marguerite Yourcenar); Los últimos días de Pompeya (Edward G. Bulwer Lytton); El asirio (Nicholas Guild) y Salambó (Gustave Flaubert, 1862).


Narraciones históricas de Camargo Rain

Para no ser menos, también Camargo Rain (servidor) ha dedicado cierta parte de sus escritos a aquellas épocas, y de esta forma hay episodios de Ojos azules que tratan de ellas, tales como Guerreros entrando en una ciudad (los sumerios), Tirios hacia la Puerta de Melkart (fenicios), Romanos en la urbe (romanos), o Bárbaros atravesando una cordillera (aventura protagonizada por un suevo que encontró a una chica en un bosque), y asimismo en otro libro, Chica encuentra chico, en el que se puede leer una historia del tiempo de los hispano-romanos ambientada en el siglo IV y en la cuenca del Duero que se llama El río. (Este libro [Chica encuentra chico] existe, pero aún no está publicado.)


A continuación coloco un trozo de este libro, Ojos azules, para que lea el que le guste hacerlo:

CINCO MIL AÑOS ATRÁS: GUERREROS ENTRANDO EN UNA CIUDAD

LA SUBIDA A LA MONTAÑA

Los tambores atruenan los oídos de quienes nos encontramos formados en la llanura. Atrás queda el gran campamento que nos ha albergado durante los últimos meses, multitud de lienzos que transportamos por el desierto lejos de las tierras feraces y las riberas bañadas por las aguas de nuestro ancho y amado río, ingratos lugares a los que no volveremos tras la incontestable victoria. Ante nosotros, iluminadas por la luz de la mañana, se alzan las poderosas murallas de la gran ciudad a la que pertenecemos, que se libró del asalto y el pillaje merced a nuestra sangre y esfuerzos.

Desde el amanecer permanecemos ordenados en largas filas que se extienden hasta donde alcanza la vista. Los capitanes vocean las órdenes con dificultad ya que somos muchos los hombres que ansiamos sobrepasar las puertas, y los cuernos emiten sus roncos quejidos llamando a la población al acontecimiento. Nosotros hemos ocupado los puestos que nos corresponden, pero antes nos han distribuido dobles raciones porque la jornada va a ser larga. ¡Qué lejos de las privaciones pasadas en el campo de batalla!, donde los cupos eran escasos y la miseria de la tierra quemada nos obligaba a pelear para alcanzar algunas migajas, pero aquello pasó, y con la victoria se han abierto las puertas de los almacenes y graneros de la ciudad, de los que nos han servido en abundancia.

Los extranjeros que vinieron de oriente son los enemigos cuya capital es Umma, enorme y cochambrosa ciudad que no disfruta de las ventajas de la cercanía de los ríos y sus rimeros de frondosas huertas; lo sé bien, yo, que estuve en ella y por sus calles corrí tras los habitantes enarbolando la aguda espada de bronce. En sus planes entraba el privarnos del agua y esclavizarnos, y por eso levantaron un nutrido ejército que intentó llegar hasta nuestras tierras, pero ahora nos pagarán tributo, pues la fuerza que les opusimos se reveló superior a la suya. Todos cayeron ante nuestro empuje. Primero fueron los pastores de las vegas; más tarde las desorganizadas huestes que guardaban la ciudad, y al fin sus habitantes, muchos de los cuales no verán amanecer otra vez. Corrió la sangre en abundancia y las mujeres y los niños llevaron la peor parte, como sucede siempre que el dios de la guerra revive hazañas pasadas…, pero no es el momento de pensar en ello, pues aquellos días quedaron atrás y su memoria será pronto cubierta por el polvo del desierto.

Ahora ya decrecen los gritos y únicamente quedan los cadenciosos golpes en los parches de los tambores. Los murmullos recorren las filas, y las nubes de polvo que vemos al frente nos indican que el ejército se ha puesto en marcha y las vanguardias se aproximan a la más fuerte y guarnecida de las puertas de la muralla, en cuyas inmediaciones nos aguarda el pueblo apiñado y vociferante…

Lugalbanda, hijo de Enmerkar, biznieto del dios sol que le salvó la vida; rey de Uruk y sus llanuras canalizadas y ahora también de Umma y Kutallu y las turbulentas bandas de pastores que habitan las tierras intermedias y no pudieron con nosotros. Lugalbanda, rey sacerdote de Uruk, la ciudad que fundaron los dioses en el principio de los tiempos, puso en pie un ejército para restaurar el omnímodo poder que algunos le discutían, y poniéndose a su frente recorrió la ancha tierra hacia el norte hasta alcanzar el lugar de los conflictos y las matanzas. A él debemos acatamiento, y a sus propósitos, que a todos convienen.

Nuestro objetivo es la mastaba que en el extremo opuesto de la ciudad se yergue, altísima construcción escalonada desde cuya cúspide los poderosos se relacionan con los dioses. Hasta la cumbre arrastraremos los carros del rey y su séquito ayudados por los asnos y los látigos de que disponemos. Somos atroces como ejército triunfador, y estamos embebidos en la soberbia de la victoria, que no fue fácil sino áspera e inclemente, aunque al fin los que todo lo pueden se dignaran derramar fortuna sobre los elegidos. Nuestro designio es la cima de la mastaba, a la que conduciremos el carro del rey y las hileras de guerreros cautivados, que ascenderán derramando sudor por la inclinada rampa, ahora esclavos y antes individuos libres en los campos, que se aventuraron a cambiar su plácida vida engañados por reyes y llevados a ello por la codicia.

Ya suenan urgentes los clamores de la victoria, y precedidos del enorme y albino onagro, rey de su manada, al son del tambor emprendemos la marcha triunfal que nos llevará hasta la más alta de las terrazas del zigurat. ¡Allá vamos!, pueblo de Uruk que nos admiras y agradeces lo que por ti hicimos; pueblo de Uruk, que ocasión tendrás en breve de reintegrárnoslo.


Aquí dejo los enlaces a Ojos azules, por si alguien siente curiosidad:

Ojos azules en versión Kindle =

https://www.amazon.es/dp/B072N822Q9

Ojos azules en papel =

https://www.amazon.es/Ojos-azules-Camargo-Rain/dp/1547093064

Blog en el que se habla de Ojos azules:

https://ojosazulesnovelahistorica.blogspot.com.es/


En entregas posteriores (en este y otros blogs) seguiré hablando de estos asuntos, y mientras tanto podéis mirar aquí:

https://www.amazon.es/Camargo-Rain/e/B019RODFL0

 

Tres libros variados para leer este verano

12 sábado Ago 2017

Posted by camargorain in literatura

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amazon kindle, Camargo Rain, crucita y yo, dios conmigo, narraciones contemporáneas, novela de la prehistoria, novela de romanos, novela histórica, novela medieval, novelas de aventuras, ojos azules

Son aptos para cualquier escenario,

mar, playa, montaña, piscina, etc., etc.,

y sobre asuntos diversos, Edad Media, vida contemporánea, fantasía histórica (aunque tampoco tan fantástica, que esto es la vida misma…).

 

AQUÍ se pueden encontrar.

Descarga gratis OJOS AZULES (3 días)

18 martes Jul 2017

Posted by camargorain in fotografía

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amazon kindle, Camargo Rain, descarga gratis, edad de la piedra, novala de la prehistoria, novela de aventuras, novela de romanos, novela medieval, ojos azules

Este libro, novela histórica, se podrá descargar GRATIS los días 18, 19 y 20 de este mes de julio, AQUÍ:

https://www.amazon.es/dp/B072N822Q9

 No trata de una época determinada, sino de muchas, pues abarca desde la prehistoria a la actualidad, y por ella desfilan los hombres de la edad de la piedra, los cazadores de las llanuras, los primeros agricultores, los sumerios, fenicios, romanos y bárbaros de que nos habla la historia, y después los que poblaron el medievo, los que conquistaron continentes… Todos narran sus particulares proezas, y todos están enlazados por un detalle común (puesto que unos descienden de otros) que tiene que ver con las leyes de la herencia: los ojos azules.

 Aquí se pueden ver otros pormenores:

https://ojosazulesnovelahistorica.blogspot.com.es/

y siempre se puede ver ESTO.

OJOS AZULES, novela histórica de verdad

25 jueves May 2017

Posted by camargorain in literatura

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amazon kindle, Camargo Rain, edad de la piedra, narrativa española actual, novela de la edad media, novela de romanos, novela histórica, ojos azules

En breve aparecerá en el mercado (en Amazon) una nueva novela histórica. Se llama Ojos azules, y no trata de una época, sino de muchas épocas. Por sus más de cuatrocientas páginas desfilan hombres de la edad de la piedra, nómadas, agricultores, sumerios, fenicios, romanos, cruzados…, y todos narrando sus particulares peripecias. Lo que les une es eso de los ojos azules, puesto que todos son descendientes (algunos muy lejanos) de los anteriores. ¿No han oído hablar ustedes de las leyes de Mendel?

Pero hay más, que iré explicando por aquí. De momento, y para que los lectores juzguen, pongo un trozo (tres páginas) de uno de los capítulos. En él se habla de un bárbaro (un suevo), que vivió una inesperada aventura cuando en una cordillera intentaba encontrar un camino para que su tribu, que viajaba con carros y rebaños, pudiera atravesarla. Insisto en que son sólo tres páginas de esta aventura, que tiene unas treinta.

Este texto dice así:

EN EL SIGLO V

BÁRBAROS ATRAVESANDO UNA CORDILLERA

EL CAMINO HACIA PONIENTE

[…]

Mucho antes de que despunte el alba el germano se levanta silencioso. Ella duerme rendida y envuelta en el cobertor, y él agradece a los manes del bosque que le hayan conducido por semejante camino. Deja con sigilo el refugio y los perros se arriman a sus piernas sin hacer ruido. Avanzan juntos por el bosque y él piensa, amigos míos, ha llegado la hora de que demostréis las habilidades heredadas. Es de noche, pero eso poco importa para vuestro olfato, sentido con el que sin duda descubriréis lo que me interesa, carne fresca, de la que tan necesitados están los habitantes de este lugar. Sí, compañeros de andanzas, vamos en busca del alimento, que vuestros colmillos o mi espada conseguirán, y luego, cumplidas las labores que aquí nos retuvieron, reanudaremos la persecución del sol poniente. Ahora, ¡adelante…!

Allí es, dicen algunos; no, allí, dice otro, y todos coinciden en seguir el rastro invisible que ha sido trazado escasos momentos antes. Sus sonidos están muy lejos de formar una algarabía, pues sólo pueden escucharse leves bufidos, y aunque al principio se comportan inquisitivos, pronto comienzan las calladas carreras.

Luego todo sucede muy deprisa, y entre desesperados mugidos y el mayor de los estrépitos los perros se arrojan contra la invisible presa, a la que han acorralado junto a un grupo de piedras. Sin embargo, el caballero llega a tiempo e irrumpe en el escenario de la matanza dando terribles gritos, y a patadas detiene a los perros y les arranca de las fauces la huérfana presa que se aprestan a yugular. Un cervatillo yace desnucado y agonizante en el suelo, y otro es arrancado a viva fuerza de las mandíbulas de sus captores. La cierva, igualmente malherida, brama desesperada al cielo junto a las peñas que le han impedido escapar, pero enorme es su sorpresa cuando una imponente figura se interpone entre ella y los enfurecidos canes, y tras empujar al tembloroso cervatillo, a gritos ahuyenta a los rabiosos verdugos. La madre, que impotente se ha visto para defenderse de tan feroces animales, al ver el campo libre escapa como alma que lleva el diablo, y se aleja rauda, aunque cojeante, con el vástago que le queda.

El cazador, entonces, vuelve junto a los perros, que pelean entre ellos y a regañadientes se mantienen apartados del coceante y moribundo animal, y tras obligarlos a alejarse con voces que sólo ellos reconocen, lo remata con el cuchillo y lo carga sobre los hombros.

De tal manera emprende el regreso, exiguo regreso, pues la distancia no ha sido mucha, y al llegar ante la choza deposita en el suelo el animal que porta, que muerto y sangrante es su ofrenda.

En silencio toma por el ronzal al caballo, y sobre su lomo arroja las alforjas y la liviana silla que le colocará más adelante, y tras observar por última vez la choza y los alrededores, lugar que seguramente nunca volverá a ver, inicia la caminata que le restituirá junto a su gente.

Luego, cuando ha caminado unos pasos y alcanza el límite del claro, un ruido le sobresalta y le hace detenerse momentáneamente Es el llanto de Bubú, que se ha despertado porque comienza a clarear.

El germano, con una chispa brillante en los ojos azules, recuerda fugazmente aquellos días afortunados y que nunca imaginó poder vivir…, pero nada le puede detener, y tras un chasquido de la boca al que los perros obedecen remolonamente, prosigue el camino que le conducirá lejos.

Más tarde, cuando ya ha amanecido y el caballero ha encontrado la senda que le llevó hasta allí y la recorre de vuelta, un grito agudo y lejano se cierne de improviso bajo el arco de los cielos. Es una voz humana en la que se escucha el dolor, un interminable lamento que se extiende de confín a confín. Él caballero detiene su camino y contempla lo que dejó atrás.

–¡Ada, Ada…! –dice pensativo, y en el rostro de los perros lee la congoja, pues ellos comprenden lo que durante aquellos días sucedió…, pero como ya se dijo, no hay lugar para la nostalgia, y al mismo tiempo que se apagan los ecos de la espectral voz y el silencio del monte renace, tras un nuevo y expresivo sonido de los labios el grupo se pone una vez más en marcha.

[…]


Seguiré informando sobre este asunto porque dentro de poco se podrá descargar gratis, pero de momento podéis MIRAR AQUÍ.

 

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