Historias de Camargo Rain

~ Novelas de aventuras

Historias de Camargo Rain

Archivos de etiqueta: literatura

Lo que lee la gente

23 sábado Jul 2016

Posted by camargorain in literatura

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amazon kindle, Camargo Rain, El Quijote, hábitos de lectura de los españoles, literatura, narrativa española, Pérez Galdós

cabecera blog bandera pirata 1Periódicamente se publican estadísticas sobre este asunto, y si vamos a hacer caso de lo que dicen, resulta que la población española (que es el mercado que conozco un poco) dice en un porcentaje de un 50% (todos los números que expongo son redondos) que le gusta leer, y el 50% de ellos, que lo hace habitualmente. Sin embargo, si se consultan las ventas de editoriales, esto no es cierto. Si el 25% de la población española (40 millones de personas) leyera una media de seis libros al año (que es una miseria, uno cada dos meses, y ni se aproxima a lo de habitualmente), las ventas estarían en 60 millones de ejemplares vendidos al año, lo que no se corresponde con la realidad.

Vamos a suponer que los libros pasan de unos a otros y que se venden sólo la cuarta parte, es decir, 15 millones de ejemplares. Bueno, pues tampoco. Las librerías españolas no venden esa cifra ni hartas de vino.

También están los libros eléctricos, de cuyas estadísticas me hago una cierta idea, y después de echar una ojeada en Amazon, por ejemplo, cuyos números se pueden extender al resto de portales, la cifra es aún más baja, y eso que, en general, son muy baratos. Este mercado es el que crece, y supongo que de aquí a cinco años habrá crecido mucho más.

Y en cuanto a qué se lee, la cosa va por géneros. El preferido es, con mucho, la novela puramente rosa, tipo Corín Tellado. Esto ha sucedido siempre (en la época de la autora citada, hace de 40 a 60 años, sucedía lo mismo) y no hay que extrañarse. Lo que se hace extraño, pero este es otro cantar, es que ahora invistan académicos a los superventas, cosa que no sucedía entonces.

Un género nuevo, que está empezando a tener mucho éxito, es lo que llaman new adults. ¿Y qué es eso? Pues pornografía pura y dura, novelas rosas bien trufadas de sexo explícito, y esto tampoco es nuevo, pues siempre se han hecho ediciones deleznables de novelillas para salid@s. Antiguamente se vendían en los kioscos de periódicos (no en las librerías), y el kiosquero las entregaba en bolsas de plástico para que no se advirtiera el contenido.

Otros géneros que despiertan cierta atención en los lectores son la novela de acción (estilo Marcial Lafuente Estefanía, José Mallorquí y etc., aunque estos autores escribían sobre todo del oeste) y la novela histórica.

Y de todo lo demás, ¿qué? Pues muy poca cosa, o nada. Por ejemplo, en Amazon, para su Kindle, podemos encontrar versiones de los clásicos a precios misérrimos o simplemente regalados (como El Quijote), y las cifras de ventas son muy bajas. Es verdad que este libro no es adecuado para chavales (es un libro para personas mayores, y quien diga lo contrario no lo ha leído), y algo parecido sucede con los demás clásicos, los antiguos (Séneca, Cicerón, Marco Aurelio, Plinio, Estrabón, etc.), o los más recientes, como Galdós, cuyos Episodios Nacionales (fantástica y larguísima novela del más puro género de aventuras, que de la manera más fácil, armónica y entretenida te ilustra sobre la historia de España durante la mayor parte del siglo XIX, unas 10.000 páginas en 46 libros distintos) valen 0,90 € para Kindle (lo digo en serio, no es una broma), y ahí está, sin que casi nadie se digne echarle una ojeada. No importa que Galdós sea un genio de la escritura, sino que como es uno de esos antiguos… En fin, ese es el panorama, y este el espíritu de la actual España lectora.

En definitiva, que eso de que aquí se lee… Que yo sepa, hay un 10% de personas interesadas en esto de la lectura (el resto, como resulta notorio, se dedican al zapping, el fútbol, el cotilleo y la pornografía), y de ese 10% se podría decir que sólo el 10% lee libros instructivos, quedando el 90% restante dedicado a lo más despreciable e insignificante de esta gran diversión que constituye la literatura. Pero bueno, esto tampoco es una novedad: con la música (la más bella de las Bellas Artes) o el cine, sucede otro tanto, fiel reflejo del modelo social que nos contiene.


Nota optimista: mire aquí:

https://www.amazon.com/author/camargorain

 

Libros gratis y divertidos

29 martes Sep 2015

Posted by camargorain in literatura

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cuentos gratis, descargas, literatura, novelas gratis

estac + notario + chicas Siguen apareciendo cosas en la página que abrí hace un par de meses, cosas gratis, claro, libros y cuentos que he escrito listos para descargar y que se pueden leer en un lector eléctrico. A los que les guste la lectura, no tenéis más que ir al enlace que os dejo más abajo y descargar lo que queráis, que allí se dan toda clase de explicaciones sobre lo que vais a encontrar. No obstante ello, diré que estas son historias de aventuras diversas, ¿eh?, que nadie vaya a pensar lo contrario.

La dirección es:

https://sites.google.com/site/novelasgratisdecamargorain/

Novela gratis y jugosa

25 sábado Jul 2015

Posted by camargorain in literatura

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actual, literatura, novelas gratis para descargar, novelas largas

tapa estaciones 1

Se llama «Las estaciones», y se trata de una historieta en la que un chaval de trece años cuenta lo que sucedió durante un año (las estaciones de marras, que son cuatro), cuando le pusieron como institutriz una mulata jamaicana, que, aparte de ser muy lista, era guapísima. Eso sí: no hagáis cábalas, porque no sois capaces de imaginaros lo que ahí se cuenta. Es mejor leerlo. Nos vemos.

La podéis descargar de inmediato en la dirección de abajo. Está en el formato de Kindle (AZW3) y en EPUB, y espero que os divierta.

https://sites.google.com/site/novelasgratisdecamargorain/home

Y, por supuesto, podéis enviar el enlace a quien creáis conveniente.

Las gemelas

06 jueves Feb 2014

Posted by camargorain in fotografía

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años 60, años 70, charli en wonderland, generación yeyé, literatura, narrativa, novela española actual

gemes 675

Este es un trozo de una historia que he escrito últimamente (ya es la undécima o duodécima, he perdido la cuenta) y se llama «Charli en Wonderland». Es un retrato de la generación española que nació alrededor de 1950 (la generación yeyé), y en ella se cuenta la historia de dos hermanos gemelos, uno de los cuáles (Pancho) tuvo a su vez dos hijas gemelas, las gemes, y el otro (Charli) ningún hijo, sólo sobrinas, que ya lo dice el refrán: a quien Dios no da hijos, el diablo le da sobrinos… Pero esto es una broma, puesto que las niñas (al menos las que aparecen en este libro) son un encanto, y para dejar constancia de ello ahí va una de las elucubraciones de estas elementas, es decir, uno de los capítulos de tan ingente narración, que podría situarse alrededor de la mitad de los años 90 del pasado siglo. La Prudencia que aparece en las líneas que siguen, por decirlo ya todo, es la chica que cuidó de ellas mientras fueron pequeñas, puesto que no tenían madre (se murió en un accidente de coche, episodio que también se cuenta en la novela, aunque no aquí)…, pero no digo más, que con esto está todo explicado. (La foto que antecede es una de las muchísimas que Charli, que era un fotógrafo habilidoso, hizo a las niñas).

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Gemes

Yo soy Carina y mi hermana es Adriana, pero lo que voy a contar lo podría contar igualmente ella porque somos muy parecidas, somos gemelas, o mellizas, bueno, que eso no lo sabe nadie. Ahora soy Adriana, porque ya digo que da igual una cosa que otra, todo depende del color del vestido, o del cristal con que se mire, ¿quién eres?, pues soy Carina y voy a contar por las dos lo que sucedió en la boda de Prudencia, porque ella se casó, al fin, con uno que conocía desde pequeña y con el que llevaba de novia los últimos siete años, a ver si estas niñas crecen pronto, decía él, y ella le contestaba, ¿qué más te da?, si todavía no tenemos piso, pero papá les consiguió uno al lado de su pueblo, y no sé qué cambalaches hizo que les salió baratísimo, era un piso nuevo en un edificio que estaba en mitad del campo, y una tarde fuimos a verlo. ¿Os gusta este?, les preguntó, porque me parece que hay otro más grande, pero no da al sur, y ellos dijeron que sí, que querían aquel, y luego el novio de Prudencia, que se llama Serafín, dijo al jefe, no sabes lo agradecidos que estamos por lo que has hecho, no sabíamos si íbamos a tener dinero para pagarlo, pero esto ya es otra cosa, yo creo que ahora ya podemos, ¿verdad?, y Prudencia dijo, ¡jo, pues vaya regalo…!, tú ya has cumplido para lo de la boda, que si no es por ti…, y papá dijo, déjate de rollos que más me has resuelto tú, que estas niñas estaban sin madre y ese es un papel muy comprometido, hombre, tenían a Charli…, dijo ella, y todos nos reímos, ahora te casas, pero imagino que seguiréis viéndoos, hombre, eso espero, por lo menos hasta que vayan a la universidad, y luego nos fuimos a merendar a casa de los padres de Prudencia, que estaba allí al lado, adonde habíamos ido muchísimos fines de semana, desde pequeñas, cuando ella nos llevaba porque nos quedábamos solas en la casa de la plaza de La Aduana, ¡pero mira quién está aquí…!, Adriana, hija mía, y Carinita…, ¡pero qué guapísimas estáis!, y es que la madre de Prudencia es nuestra abuela, aunque no es como la de Cádiz, claro, es completamente distinta, va siempre vestida de negro y tiene los dedos deformados de trabajar la huerta, ¡ah, ya…!, pero ¿y los tomates?

Aquello sucedió cuando teníamos once años, y a nosotras nos vistió Prudencia con unos trajes de lo más historiado, como con muchos volantes, y le llevamos las arras. Charli hizo las fotos, y cuando estábamos allí, junto a los novios, con la música y todo lo demás, como él estaba detrás del cura, y no le veía, nos hacía muecas para que nos riéramos, y yo miraba a Adriana y ella miraba a otro lado, ¡jo, si es que está loco…!, y luego, en el comedor, nos pusieron cerca de la barra, junto al grifo de la cerveza, Serafín dijo, os ha tocado esta mesa, pero yo creo que es la mejor, y miró a Charli, está al lado del cañero. Mi padre todavía, pero Charli fue con vaqueros y nosotras le dijimos, ¡jo!, pero ¿tú estás mal?, ¿por qué no has traído otros pantalones?, pues porque no tengo, dijo él, y además da igual porque yo soy el fotógrafo y ya se sabe que los artistas somos muy raros, ¿tú crees que alguien se va a extrañar?, si Prudencia me conoce desde antes de que vosotras nacierais…, y además, ¿no os lo creéis?, pues vais a ver, señora madre de Prudencia, estas niñas dicen que vengo muy mal vestido, y ella se rió, ¡pero si eres el mejor de todos, qué tontería!, y nosotras nos miramos, ¿lo dices en serio?, por supuesto, hijas, tu tío es el más vistoso de los que hay por aquí cerca, ¿o no os lo parece a vosotras?, y luego le cogió por la cintura y le dijo, ¿te lo estás pasando bien?, hombre, claro, sobre todo con los langostinos, niñas, si os sobra alguno…, y la madre de Prudencia se reía y le dio a Charli en el culo, anda, anda, que no te confundan estas chavalas, y Charli nos sacó la lengua, ¿lo veis?

Luego, un día en que estábamos en casa, vi a mi padre y a mi tío juntos, estaban de pie en la cocina comiendo anchoas de un tarro y me puse con ellos, y mientras comía intenté explicarles mi punto de vista, pero volví a salir trasquilada, yo les dije, es que vosotros sois unos ordinarios…, y Charli se rió, niña, ¿dónde has aprendido esa palabra?, ¿por qué?, ¿está mal dicha?, no, qué va, está muy bien dicha, pero no se me había ocurrido que la supieras, y añadí, los padres de mis amigas van de corbata, y Charli se rió otra vez, ¿en casa?, ¡ay, no seas pesao…!, y así sucedía casi siempre, que me tomaba el pelo, pero un día él entró en casa sin que le viéramos, entró con su llave, se puso un traje de papá, uno azul oscuro, y camisa limpia y corbata de rayas, todo muy lujoso, volvió a salir y llamó al timbre. Fui a abrir y me encontré a un señor que no conocía…, ¿está don Francisco?, y yo me eché a reír, ¡aaay…, pero mira que eres tonto…!, y le cogí de la mano, entra, entra, que te tienen que ver Adriana y Prudencia, y ellas dijeron, ¡qué guaapo…!, ah, ¿nada más..?, pues sí, que te podías haber cambiado también de zapatos.

Ahora soy Adriana, y una vez que estaba con el violín en la mano Charli me dijo que tocara algo, toca algo, niña, que ya quiero oír algo serio, ¿algo de qué?, pues algo de Vivaldi, por ejemplo, ¿no sabes nada de Vivaldi?, y yo dudé, aunque al fin dije la verdad, sí, pero no tengo técnica suficiente, y Charli se rió, ¿no?, ¿tú que sabes, no tienes técnica suficiente?, ¿pues entonces cómo le llamas a lo mío?, y yo torcí el gesto, es que tú eres un aficionado…, aunque luego rectifiqué, bueno, pero tocas bien, ¿eh?, que a mí me gusta mucho escucharos cuando tocáis juntos…, sobre todo eso de Bach…, ya, el rondeau…, sí, y lo del tico tico…

Y ahora soy las dos, soy dúplice, soy Adrina y Cariana en una sola pieza, y digo que un día Charli nos dijo, venid aquí y haced lo que os diga, el tenía la cámara, a ver, ponte ahí y di a, ¿a?, sí, aaaa…, y ahora di e, eeee…, y ahora di i, y nos lo hizo a las dos, o a mí dos veces, y luego nos enseñó las fotos y en ellas aparecían Cariana y Adrina con cara de susto, ¿de susto?, bueno, y de alegría, con toda clase de caras, ¡huy, qué daño…!, ¿pues qué te pasa?, que me han pisado un pie…, y él dijo, esto son cosas antiguas, de cuando aún no habíais nacido, yo ya lo hacía entonces con otras niñas, y nosotras le miramos escamadas, ¿con otras…?, ¿con cuáles?, pues con una que tuve a mi cargo hace muchos años, era muy guapa, como vosotras, y ella me enseñó…, ¿qué te enseñó?, pues me enseñó lo que sois las niñas, imprevisibles seres de fábula que nunca dicen lo que esperas sino todo lo contrario, facultad que está al alcance de muy pocos, que yo tenía que practicar porque sabía que algún día apareceríais vosotras, ¡sí, anda…!, sí, es la verdad, y os puedo contar cosas más antiguas, ¿queréis oírlo?, sí, a ver, pues recuerdo que otra vez, cuando éramos muy pequeños, debíamos de tener ocho o nueve años, habíamos cogido el tranvía para ir a la casa de la playa, y subió una señora que llevaba pantalones, y el tranviario le dijo que ni hablar, que allí las mujeres no podían ir con pantalones, y la hizo bajarse, y eso que iba con dos niños…, ¿qué os parece?, pero es que aquellos eran otros tiempos, los tiempos del cuplé, y hablando de antigüedades, ¿a que no sabéis lo que es un coño?, y nosotras torcimos el gesto, ¿veis cómo no lo sabéis…?, pues un coño es un mechero de los que había entonces, había un modelo que llevaba una mecha de algo que parecía algodón, a aquellos también los llamaban contra viento y marea porque se encendían aunque hubiera un huracán, y otros que más que mecheros eran chisqueros, estos ya eran muy modernos porque se cargaban con gasolina, y los llamaban así porque, aunque entonces eran el último grito, todo el mundo tenía uno, y cuando alguien lo sacaba, los demás decían, ¡coño!, como el mío…, ¿y queréis que os cuente otra cosa aún más antigua? Pues esto sucedió un día que iba por el pasillo cuando debía de tener siete años, y al pasar junto a él sonó el teléfono, ese teléfono negro que todavía está ahí, y lo cogí y oí, su conferencia con San Sebastián tiene una demora de diez horas.

Ahora ya se os distingue mejor; por ejemplo, tú eres más alta, y por lo tanto, tú más baja, ¿yoooo…?, bueno, un centímetro o dos, que tampoco es demasiado, casi ni se nota, y además te puedes poner tacones para disimular, y ser baja también tiene sus virtudes porque el corazón no tiene que bombear la sangre tan arriba, pues tú eres alto, hombre, depende con quién me compares, si me comparas con Magic Johnson…, ¡anda, mía qué listo…!, y luego Charli, que siempre andaba enredando, se fue en pleno verano a los jardines del palacio de Aranjuez, que según ellos decían debía de ser un lugar maravilloso, todo lleno de fuentes y de flores y de árboles antiquísimos, a escuchar unas cantatas de la época del barroco, eran cantatas de Scarlatti, no puedo faltar, además, allí igual ligo, que va un personal muy raro, y cuando volvió le preguntamos, ¿ligaste con alguien?, pues no, había mucha gente, todos igualmente pijos y saltarines, pero macizas no vi ni una, no deben de andar por estos sitios, aunque la música estuvo muy bien…, ¡jo, y yo aquí, con los exámenes de septiembre!, bueno, pero ya te llevaré, no te preocupes, ¿cuándo?, en cuanto crezcas.

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Recetas de cocina que aparecen en mis novelas

08 viernes Mar 2013

Posted by camargorain in fotografía

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Cocina, comida española, fabada, literatura, narrativa, novelas, vichyssoise

Estas son recetas de cocina que aparecen en algunos de mis libros, pues en las novelas, en especial si son de aventuras, cabe todo.

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Sobre la vichyssoise.

Esto lo dicen Eduguá y Sandy en La aventura de las luces azules:

Eduguá:
[…] Una de aquellas noches en el Puerto de las Nieves, Louis nos enseñó a los demás a hacer vichyssoise, esa especie de sopa que dicen que inventaron los franceses  y constituye el mejor depurativo de la sangre que nunca he conocido. Nos bebíamos litros. Para desayunar, después de una noche sin dormir, no hay nada que se le pueda comparar; quizá el chocolate con churros y compota de manzana, pero eso allí era difícil de conseguir. A él le había enseñado a hacerla su madre, que era francesa, y luego yo enseñé a otras personas, porque estas cosas no conviene que se pierdan. […]

Sandy:
[…] Eduguá, además, fue quien me enseñó a hacer vichyssoise; a él le enseñó su amigo Louis, que también estaba muy bien, y a Louis, su madre, que era francesa, de la parte de Lyon. Está tirado. Se cuece en caldo puerro, cebolla y patata, todo picado, y luego se mete la batidora y se le añade leche para aclararlo. La vichyssoise está buenísima fría, sobre todo para desayunar. […]

——————————————

Sobre la fabada:

Receta de fabada que cuenta el Rockero en Crucita y yo:

[…]
Uno de aquellos días Crucita cometió la imprudencia de decir a Monticola lo siguiente.
–Oye, ¿cuándo nos vas a hacer una fabada? Llevas años diciéndome que vas a hacer una y aún no la he probado –y entonces el Rockero hilvanó una de las suyas.
–Hacer una fabada es muy fácil, escúchame bien, yo sólo te digo tres cosas: las fabes deben brillar. Si su piel es mate te han engañado, te han vendido del ejercicio anterior; esa es la primera… Oye, ¿no me has dicho que te lo cuente? Pues escucha. ¿Tú sabes qué es un cerdo granillero? Pues es el cerdo que necesitas, un cerdo que se ha alimentado de las bellotas y castañas caídas en el suelo; esta, la segunda. Te costará encontrarlos, pero cuando tengas ambos ingredientes, ya puedes ponerte a cocinar. Con un poco de cebolla, otro poco de ajo y unos chorros de aceite de oliva, no puedes fallar, te quedará bien hasta el pantruque. Y al final, cuando vayas a servirla, ten en cuenta que las fabes se sacan a la mesa en una sopera del siglo XVIII, una sopera del Barroco; si no, no es lo mismo… ¡Ah!, y la tercera, que se me olvidaba. Si se toma café debe ser de puchero, y, en plan de rizar el rizo, es mejor tomarlo por el culo; hace muchísimo menos daño. Sí, no os riáis. El café, a partir de ciertas edades, es mal admitido por el estómago y se debe tomar directamente por el intestino grueso en forma de lavativa. ¿Os seguís riendo? Bueno, ya os enteraréis de mayores de lo que vale un peine. ¡Qué atrevidas sois las jóvenes! […]

—————————————–

Carta de un restaurante y manejos culinarios que Juan Evangelista cita en el último libro de sus aventuras, Perpétuum móbile.

[…]
¿Qué decir, por ejemplo, de las patatas meneás, cuyos únicos condimentos son ingredientes tan humildes como el laurel y el pimentón, o del limón de la Peña de Francia, esa inhabitual ensalada de los días de fiesta en las remotas dehesas de mis antepasados? Aquello, seguramente, se aderezaba ya a finales del siglo XVII, y cuando la probé percibí una oleada de viejos recuerdos que me trasladaron hasta mi más antigua infancia.
Allí estaba el aya, y a su lado la cocinera que oficiaba en casa de mis padres, señora de abundante aspecto y ojos llenos de curiosidad. Las dos me contemplaban con asombro, pues mis tempranas anomalías, de las que tanto dije, eran la mayor preocupación de cuantos habitaban en mi primera morada, pero cuando vieron que aceptaba sin reparos lo que en aquella ocasión habían preparado, que no habían sido pocos los experimentos anteriores que rechacé –y ello sin decir nada de la repugnancia que me provocaba la leche materna–, el clamor nació en el primer piso, ¡el niño ha comido!, ¡el niño ha comido…!, se trasladó a los cuartos de la servidumbre y desde allí llegó a la planta baja, a la ingente cocina y sus dependencias, a la huerta, los cobertizos, almacenes y tinglados que había adosados a la altísima pared de piedra que nos separaba del mundo exterior, y como todo ello sucediera un buen día a la hora del Ángelus, fue tomado como un prodigioso signo de la voluntad divina y celebrado con raciones extras para la servidumbre y el ganado, y poco faltó (ahora que lo pienso) para que repicaran también las campanas de la vecina catedral.
¿Y qué era ello? Antes le di el farragoso nombre de puré de la manzana del amor añadido de tenues, abundantes y transparentes tirillas de jamón, pero hoy, cavilando sobre ello, creo que se le podría aplicar otro más parco y acorde con su índole, cual es el de gazpacho de pastor, pues tal es la forma en que actualmente se conoce esta mixtura en los restaurantes y lujosos paradores de mi país.
Tiempo me faltó, una vez que recordé con precisión semejante episodio, para poner manos a la obra, y armado de batidoras y afilados cuchillos dar punto acertado a tan suculento manjar, por supuesto desconocido en nuestras latitudes, lo que constituyó uno más de los experimentos que por aquellos tiempos llevé a cabo y culminé bautizando como origen de la vida, golosina que disfrutó de perdurable éxito entre la clientela extranjera, que nunca había podido imaginar algo semejante.
Luego inventé la paella de ajo, simple conjunción del arroz mediterráneo y la sopa de ajo, que llegó a mi cabeza como descendida de los cielos durante una de mis habituales ensoñaciones de perpetuo insomne, y más tarde puse a punto la olla ferroviaria, que se componía de carne, patatas, alubias y berza, y que quienes hayan seguido mis pasos recordarán como producto de aquella noche en que, habiendo comenzado a nevar de manera inopinada, nos quedamos atascados en la locomotora del ferrocarril que nos trasladaba por las llanuras norteñas de la provincia de Palencia, cuando hicimos el potaje con carne de lobo.
Pocas comidas de enjundia son típicas del país que entonces me acogía, pero fiado en mis artes y recuerdos, pues una larga vida aporta multitud de conocimientos, transformé la carta que había escrito la negra en historiado documento, y allí se daban cita y se encontraban los orígenes de la vida con el nuégados y el alajú, las costradas con los ajoarrieros y las sopas de bestia cansada, y los lomos y perniles, puro magro añejo de gigantesco cerdo negro como los que en aquellos tiempos hozaban en libertad en los encinares y dehesas de los campos que me vieron nacer, con las chuletas del campo charro, que mis corresponsales de la vieja Miróbriga, con quienes me había puesto en contacto, me enviaban por avión.
Pero no quiero seguir con fastidiosos comentarios acerca de lo que de sí puede dar una cocina, de forma que, saltándonos buena parte de lo que cabría decir, hablemos para finalizar de la leche búlgara.
–Tómese este bebedizo, que le arreglará el cuerpo.
El pipío Marlowe miraba con prevención el vaso que le presentaba.
–¿Qué es esto?
–Lactobacíllum bulgáricum con mermelada de tomate. Le aseguro que se parece a la droga de la eterna juventud, y aunque a usted no le importe semejante extremo, le sentará de maravilla a su hígado.
El pipío Marlowe lo probó, hizo una mueca y apuró lo que quedaba. Luego se limpió la boca con el dorso de la mano.
–¿Puede ponerme un poco más? Creo que me vendrá bien antes de las cervezas. Ta güeno, cuñao…
–Sí, claro, y le pondré también un acompañamiento de gajos de mandarina, que es usted cliente distinguido de la casa; ya lo sabe. Además, ¿le parece si nos tomamos esas cervezas en la terraza? Creo que la brisa de hoy nos refrescará.
… pero a la postre mis manejos eran muy limitados, sobre todo si los comparaba con las cosas que pude leer en los libros que trataban tales asuntos, a los que pronto me aficioné. El gran Leonardo da Vinci, por ejemplo, que siempre desatendió su trabajo de artista pues no le producía sino sinsabores, distinguía sobre todas las cosas el artefacto mecánico para confeccionar espaguetis, que era su invento preferido; tenía en la más alta estima su labor como jefe de cocinas de Ludovico Sforza, Gran Duque de Milán, y para los banquetes contrataba a cuantos escultores podía y los empleaba en tallar zanahorias y nabos en forma de caballitos de mar, y, en fin, con ocasión de algún regio y nupcial acontecimiento, confeccionó con mazapán un modelo del Palacio Ducal del tamaño de un campo de tenis. Díganme ustedes si tan altas empresas admiten comparación con mis modestos tejemanejes, pero ello nunca me desanimó y procuré en todo momento superarme. Y ahora, dejémonos de comentarios y prosigamos con el interminable cuento, del que aún restan algunas secuencias.
[…]

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También pueden verse estas direcciones
https://sites.google.com/site/librosparaviajar/

https://sites.google.com/site/lacocinaespanoladesiempre/

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