Historias de Camargo Rain

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CURSILLO SOBRE FOTOGRAFÍA QUÍMICA EN BLANCO Y NEGRO; capítulo 4,3

17 miércoles Feb 2016

Posted by camargorain in blanco y negro, fotografía

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base de datos, blanco y negro, copias de contacto, fotografía, organización de archivo

CAPÍTULO 4,3

COPIAS DE CONTACTO

Hasta aquí hemos hablado de cómo es la mecánica de revelado del papel fotográfico, lo que atañe al proceso en sí y a los líquidos que se utilizan, pero la primera tarea que se debería llevar a cabo, incluso antes de ponerse a positivar ampliaciones de cierto tamaño, es la de hacer copias de contacto de los negativos listos para su uso. Es decir, tras tener los negativos revelados, fijados, lavados, secos y metidos en los archivadores, es muy conveniente hacer copias de contacto de ellos. ¿Por qué? Porque es la forma de ver qué hay allí sin necesidad de manipular los propios negativos, que, como ya se dijo, se rayan de mirarlos.

Lo único que tiene valor en blanco y negro son los negativos, puesto que si estos están en buen estado podrá hacer copias de ellos en papel indefinidamente. Como son muy delicados, los negativos son intocables y no se deben manipular en vano; sólo se deben utilizar para hacer copias con la ampliadora. Por ello, para saber qué hay en esos negativos sin necesidad de andarlos manoseando y sacando de sus fundas, es por lo que es muy conveniente hacer esas copias de contacto.

Copiar por contacto, como su nombre dice, consiste en conseguir copias positivas en papel por contacto, o lo que es lo mismo, colocando el negativo directamente sobre la hoja de papel y proyectando luz sobre ello. Como es lógico, si revelamos ese papel de la manera habitual, conseguiremos una copia del mismo tamaño del negativo (24 por 36 mm.), pero positiva. Es decir, veremos la foto con sus blancos, negros y grises reales, y no invertidos, como sucede en los negativos.

A la hora de buscar determinadas fotos, o a la hora de determinar cuál es el mejor de una serie de retratos o de paisajes, resulta mucho más fácil hacerlo con estas copias de contacto y una lupa de las que a tal efecto existen. A continuación se puede ver cómo queda una de estas hojas de contacto hecha en una prensa Paterson.

hoja de contactos 1

En la práctica, lo que se hace es usar hojas de 24 por 30 cmts., y sobre cada hoja colocar alineadas todas las tiras de un carrete, que pueden ser 6 o 7, si el carrete es de 36 fotos. (Deberían ser 6, pero a veces y dependiendo cómo se cargue el carrete en la máquina salen 37 o 38, y habrá un trozo de tira más. Por supuesto, si usted usa carretes de 20 o de 24 exposiciones tendrá que adaptarse a ello y usar otros tamaños de papel, pero esto ya es cuestión de gustos y preferencias).

El proceso es sencillo, pero como se trata de revelar hojas de papel fotográfico, lea usted en el capítulo 3 la parte dedicada a estos menesteres, que lleva por título Revelado del papel.

Se trabaja con luz roja y encima del tablero de la ampliadora. Vamos a suponer que usted tiene un carrete de 36 fotos, cortado en tiras de 6, y va a hacer contactos.

Necesitamos un cristal un poco mayor que la hoja de 24 por 30, con los bordes biselados (para no cortarse los dedos al manejarlo) y algo grueso, esto es, que pese un poco, porque a veces los negativos tienden a abarquillarse y es fundamental que estén en pleno contacto con la hoja de papel. El cristal debe ser totalmente transparente, no mate o antireflejos ni que tenga ningún tipo de trama. Igualmente debe estar impoluto, pues toda la suciedad saldría luego en la copia; por lo tanto, límpielo antes de usarlo.

SE APAGA LA LUZ BLANCA Y SE ENCIENDE LA ROJA

Se coloca una hoja de 24 por 30 cm en el tablero. La luz de la ampliadora debe iluminarla uniformemente, y se debe dejar suficiente margen a los lados y arriba y abajo. (Esto, como es lógico, se hace con el filtro rojo de la ampliadora puesto, pues si proyectara luz blanca sobre el papel, este se estropearía).

Se alinean cuidadosamente y poniéndolas en orden, que para eso está la numeración de los bordes, las tiras del negativo sobre el papel, y una vez todo bien dispuesto, se coloca encima el cristal. Se quita el filtro rojo de la ampliadora durante los segundos necesarios (es decir, se expone el papel) y se apaga la luz de la ampliadora o se vuelve a poner el filtro rojo. Con esto hemos expuesto la hoja de papel.

Se levanta el cristal, las tiras de negativos se devuelven a sus fundas, y la hoja se revela normalmente, es decir, tal y como se explica en páginas anteriores.

Si usted se está preguntando cuántos segundos son necesarios de exposición, la respuesta es clara: haga pruebas. Corte un trozo de papel de la misma clase del que vaya a usar y haga un trozo de contacto de algún negativo que tenga una densidad media, esto es, que no sea ni el más opaco ni el más transparente del carrete. Dele, por ejemplo, 10 segundos. Revele este trozo normalmente y juzgue. Si es necesario haga más pruebas hasta dar con la exposición adecuada. (De las pruebas se ha hablado ampliamente antes, en la parte dedicada a revelar ampliaciones).

Una alternativa que vale la pena considerar, por la limpieza que supone y el buen efecto que produce, es la utilización de alguna prensa de contactos de las que hay en el mercado; la Paterson, por ejemplo. Con ella, en cuanto se le coge el tranquillo, se trabaja muy rápidamente y las hojas de contacto pasan a ser objetos muchos más serios que si se trabaja con un simple cristal. Además, por su misma mecánica, desaparecen posibles problemas de abarquillamiento y la prensa produce espacios para escribir fechas, números –el número de la hoja, como es lógico, debe ser el mismo que el de su correspondiente negativo– y otros datos, que es fundamental para ordenarlas.

En relación con los contactos se puede añadir, ahora que sabemos qué son y cómo se hacen, que su utilidad es grande. Si usted sólo tiene diez o doce negativos y no piensa hacer más, es claro que no le van a servir de mucho, pero si pretende hacer un archivo en condiciones y tener una cierta continuidad en estos asuntos, necesita una forma lógica de archivar. Cuando pasan los años y uno no se ha preocupado de sistematizar estas cosas, sucede que los negativos se acumulan sin ton ni son y nunca se sabe lo que se tiene y lo que no. Es decir, se ejerce poco o ningún control sobre el archivo en sí. Almacenar en cajas hojas de contactos numeradas y ordenadas correlativamente es la forma más económica de llevar un control sobre la cantidad de material archivado. Por ende, una hoja de contacto (un rollo) ocupa muy poco lugar, sobre todo dada la cantidad de información que contiene.

Las hojas de contactos, pese a que las fotos en ella impresas son pequeñas, se ven, hasta en su menor detalle, mucho mejor que a simple vista con una lupas específicas para estos menesteres (que se venden en las tiendas), o con cualquier otra.

Resumiendo se puede decir que,

1/ lo que se maneja habitualmente para buscar fotos, o simplemente verlas, son las hojas de contactos,

y 2/ que sólo a la hora de hacer copias se usan los negativos. Y ni que decir tiene que todo este sistema de archivo se puede aplicar de la misma manera a las fotos en color. (Hay laboratorios que hacen contactos de los negativos en color si se encargan.)

 


 

ORGANIZACIÓN DE UN ARCHIVO

La forma más lógica de ordenar un archivo de negativos (y de contactos, por lo tanto) es por alguno de los datos que de ellos apuntamos, ya sea el número, la fecha… Como resulta evidente, si los numeramos correlativamente en el tiempo, el negativo 3 será más antiguo que el 4, el 20 más antiguo que el 21 y así sucesivamente.

Para tener los materiales ordenados, esto debe hacerse con el material químico, ya sea en blanco y negro o en color, pero también con las fotos digitales.

Es cierto que la fecha y la hora de la foto (y otros parámetros que, a mi juicio, no interesan nada) se graban en el archivo automáticamente en el momento de disparar la cámara (en el caso de las digitales), e incluso hay aparatos que, haciendo uso del GPS, nos indican las coordenadas geográficas, pero lo realmente importante, esto es, quién o qué es lo retratado, son datos que deberemos introducir manualmente, como se ha hecho siempre. No hay nada más frustrante que buscar algo antiguo y no encontrarlo, y mira que es fácil ordenar, sobre todo si se cuenta con el ordenador.

En definitiva: todo debe estar ordenado y etiquetado, en especial si usamos la cámara (o el móvil) con frecuencia, y para ello doy una receta.


 

HACER UNA BASE DE DATOS

Que no se asuste nadie, pues no hablo de crear una base de datos completa y para la que se requieran conocimientos informáticos, sino de algo mucho más inmediato y evidente que está al alcance de cualquiera (aunque hace falta un ordenador).

A mi juicio, los datos más importantes a tener en cuenta a la hora de hacer una base de datos descriptiva de su archivo de fotos son cuatro:

1 – Número del rollo

2 – Fecha en que se hizo

3 – Personajes que aparecen en ese rollo

4 – Lugares en los que se tomaron las fotos que lo componen

 

Algunos fotógrafos apuntan también los datos técnicos, como cámara usada, número f:, exposición, longitud focal del objetivo, etc., pero desde mi particular punto de vista, esto es ocioso. Los únicos que vamos a necesitar en el futuro, a la hora de buscar fotos antiguas, son los nombres de las personas que allí aparecen, los lugares en que se tomó la foto y la fecha en que se hizo. La prueba de ello es que cuando uno se pregunta algo, no es, ¿qué fotos he hecho con un objetivo de 50 mm?, o ¿en qué fotos he dado exposiciones largas?…

Estas serían cuestiones muy especializadas que quizá en algún caso sean de utilidad, pero lo habitual es decirse a sí mismo: ¿qué fotos tengo en el archivo de fulano de tal…, o de la provincia de Salamanca?, por poner unos ejemplos. O también, ¿dónde andaba en la primavera del año 2000?

Y si sólo necesitamos estos 4 campos, no vale la pena hacer una base de datos clásica, sino que un simple archivo de Word nos puede servir.

En un renglón apuntamos el número del negativo, y a continuación la fecha y algunos datos raros que nos interese anotar. En la línea siguiente, los lugares que aparecen, y en la siguiente, los nombres de las personas. Esto sería lo referente a cada carrete (36 fotos), y para cada uno habría que repetir la operación. Un fragmento de lo que digo queda parecido a esto:

 

2957: 9,10-00 (leica) bodapablalve jomanchi barnoche pintada»la negra» platoscomida

2957 pablalve chitalve analain crisalve mercibañ isabellaguapa gonzalve gelogoac juanalve pacolain madredemanolain lucilain lucialve martpiri javiylle javiparr mariparr moncburg carlmart pablruba camarerokopa

 

2958: 10-00 casadeelvibuel arnia

2958 margbuel elvibuel ramogarc sergvill

 

2959: 10,11-00 arnia pintada»haycostopaki» jomanchi somocuevas casamikialba

2959 pamanes lechedelmilenio condeluna

2959 eldeljomanchi felicamp gentedeljomanchi rubejoma ramogarc brai margbuel juanalve mikialba begoñachachadechitalve martpiri maripiri javiylle emmafern luisagui anabana mariparr javiparr belealon elvibuel juanagui maramor

 

2960: 11-00 arnia mulata santanderurbana barflorida laola la 36=urros cielo…

2960 emmafern luisagui belealon margbuel javiparr mariparr belealon2 elvibuel2 elvibuel mujerdejosevill paulvill javiylle

(En las anotaciones anteriores se puede observar que se han utilizado claves para designar las personas y algunas cosas. Por ejemplo, alguien que se llame José García quedará inscrito como josegarc, cuatro primeras letras del nombre y cuatro primeras del apellido; esta clase de trucos ahorra mucho tiempo de escritura).

 

Luego, a la hora de buscar algo en ese archivo (de Word), basta con pulsar Ctrl+B, y en la pantalla subsiguiente introducir el texto fulano de tal. Si se inicia la búsqueda el programa nos irá mostrando sucesivamente las veces que tal cadena de texto aparece en el archivo, cada una en lugares en que, además, figura con la fecha, el lugar en que se hizo y el número del carrete. Basta entonces ir a los contactos almacenados para encontrar fácilmente esas fotos…, pero, ya digo, esto en el caso de que tengamos muchísimos originales, porque si sólo tenemos unos cuantos no vale la pena tomarse semejante trabajo.

Mi experiencia es la siguiente: cuando modernamente decidí poner orden informático en el archivo, pasé cinco meses viendo hojas de contactos y tecleando todo esos datos en un archivo de Word. Y cuando decidí digitalizar, no los datos, sino las imágenes (y no todas, sólo unas cien mil que me parecieron mejores, entre las que había infinidad de fotos entresacadas de los carretes en blanco y negro y multitud de diapositivas en varios formatos, aparte de los archivos de mi padre y de mi abuelo), estuve nueve meses sin parar.

¿Y para qué sirve todo esto?, parece la pregunta obligada. Pues para lo que digo, encontrar lo que se desee de manera rápida. Cada cual tiene sus manías, y la mía es la del orden, y si se tiene cerca de un millón de originales…

Por otra parte, muchísimas de esas fotos se pueden ver en Internet, unas aquí, otras allá… He puesto tal cantidad de ellas que he perdido la cuenta de dónde están, pero basta con escribir «camargo rain» en Google para que aparezcan centenares (algunas no son mías, como sucede siempre, pero la mayoría sí). Si alguien siente curiosidad, ahí las tiene.


 

Hasta aquí hemos tratado cuestiones puramente técnicas y relacionadas con la fotografía en blanco y negro, como son los procedimientos que nos llevarán a conseguir negativos bien revelados, copias (o ampliaciones) bien expuestas y hojas de contacto con las que formar un archivo lógico. ¡Ah!, pero queda una parte muy importante y que a todo el mundo suele divertir, como son la manipulaciones posteriores al proceso puramente químico, porque ¿hemos agotado aquí el tema? Ni muchísimo menos, ya que ahora, cuando tenemos las copias y ampliaciones en la mano, podemos seguir transformándolas. ¿Cómo? Muy sencillo: virándolas y pintándolas, lo que se hace con luz normal (desde este momento nos podemos olvidar de las luces de seguridad, que tan incómodas resultan para la vista y el cerebro).

Así pues, no se pierda el próximo capítulo, que aparecerá próximamente y en el que se hablará de los virados, la pintura y los retoques.

 

Expo fotohigiénica

03 viernes Jun 2011

Posted by camargorain in fotografía

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alucinación, blanco y negro, carretera, foto pintada, foto rara, foto virada, fotografía, landscape, paisaje, road movie

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Ahora voy a contar la historia de una exposición que se celebra durante este mes en un lugar escondido de la nunca bastante ponderada ciudad de Cádiz. El bar se sitúa junto al acantilado de los Gigantes y es, como su nombre indica, un sitio harto especial, lleno de redes rotas y desvencijados restos de antiguos navíos. Allí se bebe, se grita, se lee y se piensa, y cuando sube la marea, ¿qué creéis que sucede? Pues nada, porque las mesas y las sillas –y las tarimas que las sustentan– están ancladas a un buen número de toneles vacíos (los que abandona la clientela) y flotan.

Aprovechando la ocasión he puesto fotos de todo, y entre ellas destacan las que van a continuación. Son fotos de carreteras (no de carretera), pero yo creo que dan el pego, y como muestra, valen.

Si vais por allí, no dejéis de daros una vuelta. (Las cervezas las paga cada uno, aunque se admiten invitaciones).

(Nota para no iniciados: las fotos se ven mejor si se hace clic sobre ellas).

La chica en la que continuamente estamos pensando

04 viernes Mar 2011

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almería, blanco y negro, chica guapa, foto virada, fotografía, mojácar

Esta es la chica (o la situación) en la que continuamente estamos todos pensando. A ello ayuda bastante el paisaje, claro es, y el ambientillo que se adivina bajo las sales de plata, porque, al igual que sucede con las novelas que molan (en general las antiguas, puesto que las modernas no participan de tales habilidades), es bastante más transparente y descriptivo lo que se insinúa que lo que se dice. A menudo sucede, en esto de los retratos, que no es preciso enseñar la cara de nadie para que todo el mundo entienda lo que tiene que entender.

La foto está hecha en Mojácar, provincia de Almería, durante un mes de abril, en una de esas excursiones que a veces se llevan a cabo y en las que todo parece salir redondo.

Torimbia, en Asturias

08 martes Jun 2010

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Esta es la playa de Torimbia, en el litoral asturiano cercano a Llanes. Es sin duda una de las mejores playas de lo que llaman «cornisa cantábrica», y tiene el mérito añadido de que los coches no pueden llegar hasta ella pues el camino está cerrado con barreras, lo que obliga a caminar durante un buen rato a sus visitantes. Esto significa que son pocos los que se animan a frecuentarla, y en vez de las abominables aglomeraciones de otros lugares que están en la mente de todos, aquí hay tranquilidad y rincones despejados.

En los alrededores se pueden encontrar hotelillos y restaurantes para todos los gustos, y comer buenas fabadas y buenos potes, que falta suelen hacer tras las jornadas veraniegas. Eso sí: conviene andarse con tiento, pues la «sociedad del bienestar» (ja, ja…) ha cambiado los usos y costumbres de toda la vida (ahora se lleva mucho la caza del turista), y he observado que incluso en Asturias (lugar paradisíaco y de toda confianza durante siglos), han aprendido estas mañas y hay lugares, por lo general cercanos a la costa, en los que pretenden darte gato por liebre. ¡Y en dónde no cuecen habas…!, dirá alguno… Bueno, pues eso: que lo paséis bien, que el sitio merece la pena.

La cordillera cantábrica

16 viernes Abr 2010

Posted by camargorain in fotografía

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blanco y negro, cantabria, fotografía, landscape, montañas, norte de España, paisaje, Santander

 

La cordillera cantábrica se extiende de este a oeste en el norte de España. Son montañas viejas, muy desgastadas por la erosión y cubiertas de bosques, lo que la convierte en excelente lugar para las excursiones solitarias; en su seno también existen algunos afloramientos calizos muy recientes, como los celebérrimos Picos de Europa, quebradas cumbres de piedra blanca que tanta expectación despiertan entre los turistas. 

Es difícil hacerse una idea de la magnitud de los vericuetos de esta cadena montañosa, que tiene varios centenares de kilómetros de longitud, pero espero que la foto (que se ve mucho mejor si se hace clic sobre ella) contribuya a describir su extrema magnificencia.

Por cierto, lo que se ve en la imagen debe de ser parecido a lo que veían los romanos hace dos mil años, cuando, según Estrabón y otros, se internaron en sus entrañas; es decir, he prescindido de cabañas, postes de luz, carreteras y demás, que no hacen sino nublar el entendimiento y estorbar la recta percepción de lugar tan fantástico.

La Gran Vía madrileña

20 sábado Mar 2010

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blanco y negro, ciudad, fotografía, gran vía, madrid

Hace 100 años que comenzó a construirse la Gran Vía madrileña en un lugar ocupado por un barrio antiguo (galdosiano, se podría decir) de casas viejísimas y callejas retorcidas. Se derribó todo y se delineó esta avenida, que, en su tiempo, llamó la atención. Tengo información de primera mano sobre semejante obra, puesto que en aquellos entonces (es decir, mientras duraron los trabajos, y duraron bastantes años), mi padre vivía en un tercer piso de la calle Preciados con vuelta a la plaza del Callao, y desde su balcón (y durante su infancia) pudo observar a su antojo el desarrollo de tantas y tan complicadas labores. Contaba, por ejemplo, que él asistió en directo al nocturno e inesperado desplome y derrumbamiento de uno de los edificios (rascacielos, se decía entonces, y creo que se refería al Palacio de la Prensa) que entonces se estaban levantando.

 Yo no tengo fotos tan antiguas, pero pongo esta que está tomada en marzo de 1985, o lo que es lo mismo, hace exactamente 25 años. Yo creo que tiene bastante ambientillo, y es que la Gran Vía, calle ideada y construida durante los años veinte del pasado siglo, tiene un algo especial y es uno de mis lugares preferidos para revolver y caminar (y tomar cañas, como es lógico) cada vez que paso por Madrid (ciudad que conozco bien, puesto que viví en ella 30 años).

Escalera al cielo

08 viernes Ene 2010

Posted by camargorain in fotografía

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blanco y negro, comic, cuento chino, fotografía, paisaje

En este blog sólo he puesto fotos, pero hoy, para empezar el año, se me ha ocurrido que voy a poner un cuento, un cuento chino, que dicen por ahí, el cual ilustro con una foto del año catapún que anda rodando por el disco duro.  

 

ESCALERA AL CIELO

Joshua I, de apellido Sagan, sobrino del legendario exobotánico que nunca supo si era hombre o mujer, estaba montado en un globo de aluminio cuando se le ocurrió la idea: mirando hacia abajo las cosas se ven mejor. «¿Y por qué no…?», se dijo. Luego miró hacia arriba, y lo que pudo contemplar hubiera bastado para desanimar a cualquiera: miles y miles de estrellas centelleaban por todas partes. Joshua I no tenía ni idea de astronomía recreativa (ni de la otra), pero como a tantos personajes de los que nos habla la Historia, no le hubiera importado subir al cielo. Cosa curiosa, por otra parte, en un intermediario, como era él.

Aquella noche se lo comentó a su compañera sentimental, porque Joshua I tenía compañera sentimental. Él no sabía que eso de tener compañera sentimental es una horterada de tomo y lomo, pero hay usos y costumbres que se extienden como la mala hierba. Le dijo,

–Me parece que sé cómo se puede hacer una escalera al cielo. ¡Menuda obra…!

Su compañera sentimental ni le contestó. Lo primero, que no estaba el horno para bollos, con tanto viaje en globo y tanta historia, y lo segundo, que la conversación la distraía de algo mucho más importante, una cosa que se veía en la televisión, una cosa toda llena de floripondios y lentejuelas como las de los viejos tiempos. Dio un suspiro y se recostó en el sofá del otro lado. ¡Qué tonterías había que oír! Una escalera al cielo… Para acabar de arreglarlo, recordó que ahora andaban diciendo por ahí que las máquinas iban a sustituir a las personas, ¡por Dios!

La compañera sentimental de Joshua I lo había comentado una vez con una amiga.

–¿Tú crees que eso de que las máquinas van a sustituirnos puede ser verdad?

La amiga de la compañera sentimental de Joshua I era medio boba.

–¿Cómo dices…?

La amiga de la compañera sentimental de Joshua I estaba mucho más interesada en la boda del príncipe Ruperto.

–No, que si tú crees que eso de que las máquinas van a sustituirnos puede ser verdad.

–¡Ay, Jesús, qué barbaridad!

Joshua I, desde que tuvo la idea, no paraba. Él tenía, por oscuras razones de las que nunca hablaba a nadie, mucha mano con el gobierno regional. Se dedicaba a las contratas, y a veces, cuando escaseaba el trabajo, hacía de intermediario. Los jueves por la noche solía acudir a unas reuniones medio secretas que se celebraban en una casa de lenocinio electrónico que había en las afueras, justo al lado del nudo que comunicaba las autopistas, y a las que también solían acudir algunos subsecretarios. Una vez le habían presentado a un ministro, pero a él le gustaban más los subsecretarios. Eran, ¿cómo diría…?, más dúctiles.

–Don Carlos…, qué…, ¡vaya moza que llevaba usted el otro día!

Don Carlos, que llegaba directamente del Congreso Regional, le dedicó una amplia sonrisa al pasar. Era simpático aquel Joshua I, se fijaba en todo, pensó, habría que darle algo este semestre… Sí, tendría que hablar con su secretario.

Joshua I, en realidad, estaba haciendo méritos, que era lo suyo. Pagaba cuentas de botellas que ascendían a cantidades astronómicas, y si la cosa se terciaba, también algún polvo electrónico extra; todo servía. Eso sí, cuando aparecía por el ministerio se prodigaban las sonrisas y apretones de mano; hasta los ujieres habían oído hablar de él. Aquella mañana se animó a entrarle al ayudante del subsecretario, un zascandil con ojos de mochuelo que le había chuleado una historia con una rubia más bien basta dos semanas antes.

–Eso que usted me cuenta… –le había contestado mirándole fijamente–, nos interesa, sí, nos interesa. ¿Y cuánto ha dicho usted que…?

–Unos trescientos millones, don Ferrari. Los estudios preliminares, unos trescientos millones.

Aquello de don Ferrari no era ningún apodo despectivo, como pudiera parecer; Joshua I no era tan tonto como para tener una metedura de pata de semejante calibre. La especie había sido alimentada por el propio don Ferrari, quien, en el cenit de sus borracheras, solía recordar a quien quisiera oírle que él, cuando joven, había tenido un Ferrari. (Y dos Porsches, añadía, uno rojo y otro azul). Luego los más cercanos comenzaron a conocerle por aquel nombre, y el apodo tomó carta de naturaleza. Aunque sólo dejaba usarlo a los allegados, Joshua I lo era, ¡vaya si lo era!, y por el cariz que estaba tomando el asunto, interesaba que siguiera siéndolo.

Al ayudante del subsecretario le entró una cierta aprensión. Como no tenía ni la más remota idea de lo que era un ascensor espacial, preguntó cautelosamente,

–¿Puedo hablar de esto con el ministro?

A Joshua I se le abrieron las puertas del cielo.

–Por Dios, don Ferrari… ¡Usted mismo!

La siguiente vez que se vieron fue en el reflexólogo. El ayudante del subsecretario estaba radiante.

–¡Muy bien, don Joshua, muy bien! ¡El ministro está muy contento! Ha dicho que cree que esto puede llevarnos lejos…

A continuación los acontecimientos se precipitaron, no era para menos. Primero fue una comisión de servicios la que se encargó de todo, y luego los periódicos, sobre todo los de casa, empezaron a hablar del tema. Por fin el Gobierno Mundial tomó cartas en el asunto, pero para entonces el ministro, el subsecretario, el ayudante del subsecretario y Joshua I habían creado una sociedad fantasma que construía chalets de dos plantas y operaba desde las Malabares. Joshua I había soñado a veces con dirigir la faraónica obra, que para algo era aparejador, pero bueno, se conformaba. En el intermedio hubo una época difícil porque un escandalillo político creado por la oposición (¡aquellos hijos de perra!) amenazó con hacer saltar al gobierno, pero el ministro, que después de tantos años se las sabía todas, contrató los servicios de una agencia de publicidad que puso las cosas en su sitio. El colíder de la oposición salió escaldado de aquella, vaya si salió… Tardaría años en olvidarlo, y eso si su carrera política no se arruinaba definitivamente.

–Ahora… ¡a vivir! –le dijo el ayudante del subsecretario una vez que se lo encontró en «La gata muónica», la casa de lenocinio electrónico donde Joshua I volvió a pagar aquella noche, aunque entonces ya no le importaba como antes.

–Bueno –pensó–. Todo sea por San Dieciséis por ciento.

La compañera sentimental de Joshua I, al final, estaba hasta interesada.

–Y, ¿tú crees que esto nos llevará lejos?

Joshua I, ya lo dijimos, seguía sin tener ni idea de astronomía recreativa, ni de la otra; lo suyo eran las comisiones. ¡Quién se lo iba a haber dicho a él! ¡Tantos años de intermediario y sin haberse dado cuenta de lo de las comisiones…!

El Gobierno Mundial era extremadamente activo. Lo primero que hizo fue preparar a lo que desde antiguo se conocía como «opinión pública». El «Hollywood del siglo XXI», ahora sito en algún lugar de Extremo Oriente, se encargó de ello. Lo que se acabó conociendo como «Saga de los planetas» fue una serie de seis películas en 3D que, durante lustros, ostentaron el record de recaudación. Además, Mariquilla S., aquella actriz mexicana, comenzó allí su meteórica carrera… Luego derogó unas leyes que le impedían tomar unas patentes como propias –sí, aquel hilo de diamante era el material adecuado…– por lo que el inventor puso el grito en el cielo, pero un país africano, que casualmente era el mayor productor de diamantes, se encargó de hacerle entrar en razón, y por último hubo que buscar el lugar adecuado. No podía estar en el ecuador debido al efecto coriolis, ni en cualquiera de los polos por razones obvias, pero al final se encontró una solución a gusto de casi todos: lo instalarían en la línea de cambio de fecha, a unos veintisiete grados de latitud sur, cerca de las islas Samoa. Aquello quedaba en mitad del Pacífico, y así, si había un accidente… Joshua I fue una vez a ver las obras y se llevó con él a su compañera sentimental, que por aquel entonces había criado unos muslos que parecían jamones.

–Papá, papá –decía entusiasmado el niño que habían tenido unos años antes–, ¿y tú crees que eso aguantará?

Joshua I miró a su hijo. No se podía negar que hablaba igual que su madre, pero, en cuanto a lo suyo, Joshua I no se hacía muchas ilusiones. Las mujeres, ¡eran tan falsas…!

De todas formas, el niño tenía razón. A Joshua I, que depositaba una confianza ilimitada –como buen técnico que era– en las obras de ingeniería, se le humedecieron un poco los ojos cuando lo pensó. Sí, aquella línea azul que subía hacia las estrellas y se perdía a lo lejos era realmente impresionante… ¡Y pensar que él había sido el descubridor…! Joshua I durmió aquella noche a pierna suelta en el Gran Holiday Hilton de Samoa, y soñó que le ponían una condecoración con una cinta azul y muchos dorados y piedras de colorines.

El Presidente del Gobierno Mundial, un chino medio calvo que se echaba el único mechón de atrás hacia adelante, lo inauguró unos años después. Aunque escasamente llegaba a la media centena, parecía un viejecillo, pero es que aquello del poder, ¡quemaba tanto…!

–… este gran paso de la Humanidad… (y bla bla bla) –dijo con su voz ligeramente cascada, y durante algunos meses la Humanidad se dedicó a celebrarlo.

¡Qué otra cosa iban a hacer, cuando el trabajo, el inmemorial castigo bíblico, estaba casi desapareciendo…! Luego el ascensor espacial se convirtió en un objeto de uso cotidiano, y con el transcurrir del tiempo la gente llegó a olvidar que durante muchos siglos aquel había sido uno de sus sueños más perseguidos.

Estampa medieval

09 miércoles Sep 2009

Posted by camargorain in fotografía

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blanco y negro, castillo, Cáceres, foto, historia, meseta castellana, siglo XII, Trujillo

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–

Esta, seguramente, era una visión habitual para las personas que vivieron en la meseta castellana durante el siglo XII. Encerrados en una fortificación y siempre ojo avizor a lo que desde más allá del horizonte pudiera aparecer, pues se debía permanecer presto ante las indeseadas visitas de las huestes enemigas, ávidas de robar ganado y quemar cosechas, cuando no de llevar a cabo desenfrenados asaltos y otras contingencias aún más luctuosas…

(La foto está hecha en el Parador Nacional de Trujillo, provincia de Cáceres).

Foto de ballet

01 miércoles Abr 2009

Posted by camargorain in fotografía

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ballet, blanco y negro, escenario, fotografía, luz disponible

 

ballet-viejos-900-pix

 

Pongo hoy una foto totalmente distinta. Está hecha directamente de un escenario con la luz que allí había, que, por suerte, no era poca. Hacer fotos de lo que sucede en los escenarios no suele ser fácil, pues confluyen muchas circustancias, pero a veces cuadra todo.

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